Lorena Salazar Suquilanda (Ecuador)



La poesía de Lorena parece que vive en el viento. En sus versos es posible explotar desde adentro y perder no solo el juicio, también el aliento. Vamos por la vida tropezando entre líneas viendo a la poeta Salazar recoger el asombro y escribirlo a la intemperie mientras saboreamos el cuerpo de su texto. En el vilo de sus manos, su palabra se atreve.

La odalisca

No puedo pedirte que no te marches,

Los fantasmas de mi closet, 

se cuelan en el tiempo 

y dicen a gritos 

que la noche 

será espesa

 y fría

si te vas.

 

No puedo atreverme a no tocarte.

Caminar ingenua en tus lagunas 

y arriesgarme a no beber

Acampar en tus fangos

Abismos estridentes

Bañar mis manos 

deshabitadas

si te vas.

 

No puedo escribirte sin dejar de saborearte

Encontrarte en el olor a tamarindo

Imaginar tu lengua aleteando como abeja

Posándose en mis flores 

abiertas al rocío

Gotas frías

Evaporadas

Si te vas.

 

No puedo oír sin cantarte alaridos y arañazos

Corearte en el rock de los infiernos

Dejar a la intemperie del silencio 

la carne mártir de mis manos

pálidas, tibias, dilatadas, 

que amasan tu nombre

y escriben tu aliento

si te vas. 

 

La mujer en el espejo

La mujer en el espejo me cuenta historias.

No le creo. 

Ciega, me niego a escucharla. 

Parece que sus cristales me rompen 

como relámpagos. 

Afuera llueve.

¡Son solo las luces de la tormenta! –me dice–. 

Y no le creo.

 

La mujer en el espejo es prisionera.

La miro de lejos.

Me cuenta odiseas de amores pasados. 

Parece que vive en el viento,

como pintura de Monet,

difusa 

¡Acércate y mira mi alegría! –me dice–

Y no le creo.

 

La mujer en el espejo está herida.

Siento el hedor de sus llagas.

Me muestra sus manos vacías, sangrantes.

Ha querido salir del espejo.

Canta.

¡Cambio tu imagen por la de una niña! –me dice–

Y no le creo.

 

La mujer en el espejo solloza.

Sus ojos están enajenados.

Posa sus manos en el cristal, busca grietas.

Pierde el aliento por segundos.

Grita.

¡Reconoce tus despojos! –me dice–

Esta vez, le creo.

 

 

El tiempo

Iluso

el tiempo

todo en verso

en el vilo de tus manos

incongruentes con tus ojos

debiéndole aire a tu sanguinaria boca

que sangra en cada alarido que me llama.

Feroz

el tiempo

todo en prosa

afilando en la memoria

sus navajas de áspero olvido

desgarrado, aturdido, silencio oscuro

alejándote mordaz mientras ríe a carcajadas.

Cruel

el tiempo

todo en rima

con la paz de los muertos

te lleva a tropezones entre líneas

escribiendo en pasado cada historia perdida

anunciándome el frío, inhumano, de mi cama vacía.


 

El circo

¡Se acabó la función!

Fue grato coincidir 

en este encierro

Tiraste con violencia de los cables que, 

por años, 

encendieron las luces 

de nuestro patológico escenario.

Estropeaste el enchufe.

Hoy solo hay tinieblas.

 

Hábil, 

he podido guiar mis pasos,

a través de las baldosas corroídas por el tiempo,

las cuerdas que conducen mis pasos 

de esponjosa marioneta,

me mantienen atada al piso.

Catatónica, 

como un espantapájaros,

esperando sin rencor, 

que volvieras a escena. 

 

Me puede el silencio.

Es posible explotar desde dentro y, 

al tiempo cantar suavemente

 

Sí. 

Es posible sentir que quema la sangre 

y se escapa el juicio,

como una enfermedad latente en las manos.

Perderse en el calendario 

que absorbe los recuerdos como un inodoro.

 

Almorzar con las angustias y, a la vez, 

coquetear con las penas. 

 

Hay mil maneras de continuar historias. 

El circo del silencio es una de ellas. 

 

Un cuerpo escrito a lápiz

Miro mis brazos y son lanzas que cortan las ramas que encuentran a su paso. Cautivos, los versos, se abren paso por mi vientre que me escoge como presa, furtiva pesadilla de un noviembre sin pasados. Abro las manos y son lirios, húmedos, sedientos de luz celeste y varias madrugadas inconclusas perseguidas por el tiempo.

Recojo el asombro que me baja por las piernas, como raíces salvajes que se abren paso sin permiso por mi ser completo. Abrazo los cantos que gritan mis ojos frente al espejo incrédulo y me devuelvo el aire que perdí a bofetadas entre gritos al viento. Recorro mis bosques de dudas y tiempos, como musa perdida entre ausencias de tinta, papel y poesía.

Toco mi boca y es una daga que lacera y se yergue entre el tiempo, amasando palabras vaciadas de sangre y plagadas de olvido.  Balbuceo sentencias que creo precarias y sostengo en el paso de los días que observo morir desde los andenes de un tren sin rumbo. Transito en la lengua, absorta de deseo que en su andar ha recorrido tantas bocas extintas, tantas cosechas de frutos muertos, de tierras áridas envueltas en sal.

Concibo mis ojos y son dos renglones, manchados de tinta, ceñidos de insomnios nacidos por eso que no fue, por lo que debió ser, y se escribió inconcluso. Siento mi frente mientras acaricio los olvidos que me caen como rocas entre los libros no leídos, los lápices caídos y las cartas que remito sin destinatario. 

Entiendo mi espalda como el lugar de los inciertos, como aquello que se ve desde el sitial de la lujuria; donde se apoyan las serpientes en las noches de abandono, cuando las bocas no se buscan, ni se encuentran las pesadillas. Encuentro mi espalda a modo de escalera, por la que trepan las despedidas, tras jadeos extasiados. Es mi espalda la que huye a los ojos precarios, la que se queda, también ingenua, agazapada. 

Creo mi ser completo un lápiz. Mi cabeza de madera, y mi cuerpo todo fuego, trazan pensamientos que se sellan en mañanas que no existen, en ayeres fingidos y palabras inventadas. Soy delirios con smoking, neologismos amasados, manuscritos agónicos, sangre, cielo y fuego, vestidos de silencio. 

Biografía

Lorena Salazar Suquilanda, 38 años.  Nace en Quito, el 6 de mayo de 1983. Psicóloga Clínica, Máster en Derechos Humanos. Se ha desempeñado siempre dentro del ámbito educativo como docente y especialista en temas de inclusión educativa a personas en situación de vulnerabilidad. Ha formado parte de varios espacios de creación literaria, siendo uno de los más importantes el que se lleva a cabo de la mano del escritor ecuatoriano Xavier Oquendo, con quien ha participado en la creación del libro "Con Ciertas Palabras" junto a la editorial El Ángel Editor. De la misma manera, ha participado en diversos espacios de lectura de poesía como el Recital Poético Internacional "Mujeres" de Casa Bukowski, además el "Primer Encuentro de Poesía del Colectivo Periodismo de Calle", "Espacio, me has vencido" de la mano de El Ángel Editor, entre otros espacios de difusión literaria. Su línea de trabajo es la poesía, aunque se reconoce cuentera, cantora e inventora, dentro de sus mil formas para enfrentar al mundo.

Comentarios

  1. Excelente 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻Lore tus poemas son preciosos.

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  2. Qué hermoso! Me encantó “La mujer en el espejo”

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