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Camila Valle Chacón (Ecuador)



La poesía de Camila seduce la noche, al punto que sus letras transgreden la piel, mientras la inocencia se desgasta y nos mantiene al vilo hasta el próximo despertar.  Sus versos son un nuevo lugar para abrigarse, para amar entre líneas hasta el placer de convertirnos en un lienzo como pretexto para escribir, en la que imaginamos que somos tinta y llenamos una hoja en blanco.  Sus palabras son el punto de quiebre, porque recordamos lo que es la vida, ser libre y pretender serlo. Ella no susurra sus secretos, para ser parte de sus profundas aguas. 

Sueños, sueños

Plumas escarchadas seducen la noche,
el silencio se cobija entre el palpitar del reloj
mientras sus manecillas se cortejan en un vals atemporal,
los sueños transgreden mi piel;
caricias irreverentes surcan mi pecho hasta el hastío,
los latidos de este corazón coraza se consumen a párpados intermitentes
y la última lágrima de enjuga con los recuerdos del amanecer.
Un suspiro mustio enhebra fragmentos divididos de letras lánguidas,
el ruido se conjuga con las luces espurias de una avenida maltratada
por los pasos inquietos de cuerpos hipofrénicos;
corren, solo corren detrás del tiempo sin dejar huellas sembradas en el camino.
¿En qué instante la vida y la muerte empiezan a ser sinónimos?,
la vida es muerte cuando olvidas tu nombre en labios ajenos,
la muerte es vida cuando escondes un beso agrietado entre líneas,
esa dualidad entre mis letras y su carencia brilla en algún lugar.
La inocencia se desgasta en medio de copas satinadas de sidra,
el cinismo tiene un sabor a miel después de medianoche,
el poeta mendiga versos improvisados por un par de cigarrillos
y la musa, ¡bendita arpía!, dibuja sonrisas en esquinas desoladas.
Estoy rezando al pie de mi cama; mi fe se inmuta a ratos
y a ratos reverbera como una estrella fugaz en agosto,
el aroma de la fricción del lápiz contra el papel se vuelve exquisito;
seduce la parsimonia de mis heridas autoflingidas, alarmas de realidad,
e inhiben la excitación de los dulces sueños hasta el próximo despertar.

Letras Platónicas

Cuando nos convertimos en un cuerpo inánime
el alma busca entre escombros y raíces
un nuevo lugar para abrigarse, en muchos casos,
figuras humanas carentes de cicatrices y memorias.
Las almas de quiénes un día fueron poetas
son las más conscientes de sus recuerdos carnales,
los besos se quedan en esa parte concupiscible
y los versos se esconden en el pecho,
aquella inmaterialidad guarda más historias
que un bar de copas sueltas.
Amar entre líneas es la idealidad
de un reencuentro esperado,
una espera que dura toda una vida;
ánimas desencantadas con su anatomía
pero ansiosas de volver hacia esos días, en donde,
el pecado no era más que el placer de escribir
sobre la belleza de sus entrañas.
Las letras platónicas se consumían en cada mirada
creando un pasaje trascendental entre las pupilas,
en ese momento hasta la conversación más burda
se convertía en poesía áurica; dulce para el oído
e inquietante para la piel.

Bocetos en contravía

Entre mis hoyuelos de Venus quedó grabado
un dibujo de tonos rosas, celestes y negros,
más allá de un sueño recurrente,
me fui convirtiendo en un lienzo
para sus bocetos de acuarela,
fueron días que nunca pasaron
pero la piel, tampoco, miente.
Cada noche un color se conjugaba
con la palidez de mi textura;
el rosa era el rubor de un cielo tímido,
el celeste escondía un mar paralelo
a los contrastes negros de su lápiz.
No era un artista, ni un amante de paso
tampoco uno de esos amores eternos,
era, más bien, como un pretexto para escribir,
un verso en claustro entre sus retazos y mi prosa.
Le encantaba dibujar en noches de garúa
la niebla lo envolvía y eso lo estremecía,
sus manos de orfebre frías y suaves
nunca buscaron calor dentro de las sábanas
solo querían trazar mi cuerpo como una obra de arte.
Sus bocetos eran poesía en contravía,
atajos de ciertos eventos desafortunados
para renunciar lentamente a su voluntad
como un siervo de fe perdida y cautiva.

Anáfora de dimisión

Ya no quiero escribir más,
la hoja en blanco luce más poética sin tinta,
su color resalta una ceguera anunciada,
un estado de inercia provocado
por la decadencia de musas alquiladas.
Ya no quiero escribir más,
se han robado el único carboncillo
que podía saciar mis ganas de versar un árbol aniquilado,
solo me quedan minas de colores festivos,
colores estrafalarios que pretenden seducir mi nostalgia.
Ya no quiero escribir más,
han dibujado en mis entrañas un mandala
con líneas que forman un laberinto
¿en dónde está la salida?,
solo veo un punto cardinal buscando su horizonte.
Ya no quiero escribir más,
mis letras padecen junto a rimas ajenas,
ausentes de melodías y lucidez,
descansan en el mismo lugar donde
se perdió aquel unicornio azul.
Ya no quiero escribir más
hasta que esas sombras se consuman con sus egos
para volver a estar con mi dama ultrajada, la poesía.

Pasión en estado líquido

Me enamoré del agua, del silencio
y de las montañas cuando me contaron
que el cielo es el reflejo, en relieves nubosos,
de un horizonte tardío.
Los secretos de la naturaleza se los descubre
mediante bocetos trazados de tierra y viento,
mediante versos compuestos por sed y rocas,
mediante historias narradas con vino y miel.
Me enamoré del punto de quiebre
entre el llanto de los cañones al recordar su vida
y la paciencia de las flores que abrazan el frío,
una balanza entre ser libre y pretender serlo.
La tierra árida sigue el rastro del sol
en tiempos de memorias desgastadas
y los surcos matizan de nostalgia las paredes
de un volcán ahogado por la sal.
Me enamoré de aquellas aguas que pintó Bóreas,
su callado transitar por un cráter me recordaba
un quince de mayo, cuando, “los gemidos proliferantes
de cuerpos sin almas saturaban el cielo y
el ocaso se vistió de flashes agudos.”
Un desquicio verde sinople en la mitad del limbo
cuando los Andes me susurraban sus secretos
después de medianoche.
Me enamoré de sus contrastes cuando al caer el sol,
las nubes peleaban con las estrellas
para ser parte de sus profundas aguas,
el oeste se satura con el atardecer
mientras que el este espera su alba.
El invierno siempre está presente en aquel lugar,
su gélido viento del norte palidece la piel
pero abriga las entrañas con sus inquietantes caricias.
Me enamoré en circunstancias atípicas,
una pasión en estado líquido por la vida
a merced de aquella dama, la poesía.


Biografía

Camila Belén Valle Chacón nació el 30 de agosto de 1994 en la ciudad de Ambato, Tungurahua. Comunicadora social, fotógrafa amateur, aspirante a escritora y blogger en “Letras Sin Bragas”, espacio de creación literario, en el cual, se encuentra su trabajo artístico.
Ha sido parte de publicación independientes como la Revista “Extrañas Noches – Literatura Visceral en Argentina” y en el periódico “Los Llanganates” en Ecuador y antologías literarias en el II Certamen Internacional de Siglema 575 “Di lo que quieres decir” 2016 (Puerto Rico) y en el primer Concurso de Relato “Palabras en Flor” (España).

Enlace: https://letrasinbragas.com/

Comentarios

  1. Siento el vuelo de la palabra sobre mis sentidos, y siento a la vez la claridad del verso que se derrama lúcido y nos enreda contagiándonos de sed y de palabra.

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