En la poesía de Víctor no existen puntos medios. Sus
letras son como la espuma por eso hay que
darse como el mar. Poco importa el mundo cuando sus versos asaltan las esquinas
de nuestros párpados. Mientras lo leo,
cada página de su texto es como el viento cálido de la noche, ese mismo viento
que acaricia las persianas que me recuerdan los gemidos. Dejemos que el mundo
se derrumbe durante los próximos minutos.
Una mujer me habla
desde otra época,
su lejanía me
recuerda una casa abierta a la intemperie.
en qué momento
el amor dejó de ser un animal irredento
que todo lo
destroza
la mordedura en
el pecho
la cantidad
desbordada de veneno
¿Acaso debo
taparme los oídos y amarrarme al mástil
para no escuchar
el canto de las sirenas?
¿Sirve de algo
aferrarse al timón, no dormir, no caer
como Palinuro al
mar embravecido?
Una mujer me
pide que cierre la puerta
y tranque las
ventanas,
pero tarde es,
del viento
cálido de la noche
viene la
serpiente que se enroscará y clavará
sus dientes
afilados en mi cuello
y me iré con
ella serpenteando sobre el polvo
arrastrando y
rumiando la voz de esa mujer
que alguna vez
fue mordisco y veneno
corriendo
por mi sangre.
De los días con vos
extraño sobre
todo tus explosiones de risa.
La forma en la
que te volvías un brazo acaparador
para mis huesos
fatigados.
No sé si te lo
han dicho,
o si alguna vez
entre dormido y
despierto
después de
recibir la ofrenda de tu cuerpo,
yo te dije que
sos de esas raras personas
que hace del
sujeto amado
el centro de
gravedad de su atención
su ternura
sus palabras;
no asfixiante ni
empalagosa,
sí jódidamente
sentimental,
loca veleta que
se entrega
al viento a
veces frío a veces cálido
del amor.
Para vos no
existen puntos medios
o das todo o no
das nada
la
vida es como la espuma
por
eso hay que darse como el mar.
Esta es tu magia
tu arma más poderosa
pero también
lo que te puede
arrastrar
al abismo.
Mi deliciosamente impura,
hoy te vi caminar por los pasillos de la
universidad,
un sorbo de café atravesaba mi garganta,
Crimea, el Vaticano y Venezuela iban y venían
de las bocas de mis
amigos,
pero te soy sincero,
poco importa el mundo
cuando tu cuerpo asalta las esquinas de mis
párpados.
Nada más importante que el fogonazo oscuro de tus
ojos
arrancándome de la vana conversación;
que ver tus nalgas moverse armoniosas a la sintaxis
de tu cuerpo;
nada más importante, entonces, que tus senos
erguidos,
rebelándose a tus veinte a las leyes infames del
tiempo
que nos arrastra
a
la inexorable
caída.
Catulo invita a Lucía a libar y ligar
A Manuel Vásquez Montalván
y a su Pepe Carvalho
Bebamus mea Lucía atque amemus
y dejemos que el tiempo nos consuma
en su dulce indiferencia.
Arrima tus labios al vaso de cerveza
y deposita tus huesos veinteañeros en mi cuerpo.
Dejemos el vicio de la sospecha
a los estúpidos amantes que, sobrios y verdes,
no saben del amor
ni de la espuma que alegre nos enciende.
Bebamus, mi loco amor, y dejemos que el mundo se derrumbe
y sus perros
sus demonios
sus dioses envidiosos…
Cabanga nerudiana
Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración…
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,..
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,..
Pablo Neruda
Hay
mañanas en las que tu recuerdo se levanta
como
una bandada de palomas asustadas.
Veo
nuevamente tu cuerpo en calzón
moverse
presuroso de la cama hacia el baño,
escucho,
entonces, la sinfonía del chorro poderoso de tu orina
y
me invade el deseo,
la necesidad urgente
de
aferrarme a tus huesos veinteañeros.
El
viento que acaricia las persianas me recuerda tus gemidos
(afuera
las personas van y vienen hablando de fútbol)
podría
perfectamente clasificarlos según el tiempo en que hacíamos el amor:
por
las mañanas era una brisa apenas perceptible,
el
gorjeo de un pájaro perezoso;
al
mediodía, una mesa de niños glotones,
algarabía
de gatos sobre el tejado;
por
las noches era una calle embotellada,
un
coro de ángeles extasiados
ante
el chisporroteo de luces del Big Bang.
Hay
días en los que tu recuerdo me redime
y
el único peso que anhelo
no
es el del mundo y sus miserias,
sí
el de tu piernas sobre mis hombros.
Biografía
Víctor
Ruiz (Managua, en 1982), poeta, fotógrafo, crítico literario y docente de
literatura, en ese estricto orden; es
autor de los poemas La vigilia perpetua (Leteo ediciones, 2008) y La carne oscura de lo incierto (La
chifurnia, 2018); poemas suyos han aparecido en las antologías Poetas,
pequeños dioses (Leteo ediciones), Cruce de poesía (400
Elefantes) y en la revista mexicana Círculo de poesía. Su crítica
literaria está publicada en la Revista de Lengua y Literatura del
Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias de la UNAN-Managua, Carátula, Álastor, así como en la
revista El Hilo Azul, del Centro Nicaragüense de Escritores y algunos
diarios locales. Ha participado en congresos literarios nacionales e
internacionales y en festivales poéticos del Salvador, Nicaragua y Puerto Rico.
Es jefe de redacción y editor de la revista Álastor.
EXCELENTES POEMAS! y EXCELENTE SER HUMANO!!!
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