La poesía de Carla será nuestro refugio,
nuestro llanto, nuestro destino. Sus palabras se ajustaran al ritual de la
belleza, listas para el festejo, cerraremos los ojos y miraremos más allá de la
línea infinita. Pravisani es volcánica, también viento huracanado, sus versos
son una pintura, un paisaje abierto donde todo es posible. Nos dejaremos llevar
por sus letras, no hay plegaria que nos salve.
Reflexión de lunes
Es misterioso esto de la poesía.
Las palabras se escriben a sí mismas.
Como si no hiciera falta otra cosa.
Se hilan y se acompañan y ahí van... solas
Y uno detrás. Siempre detrás.
Una sombra. Al costado con suerte.
Intentando acaso descubrirse en ese panal
En esas mieles. Y solo a veces, sucede
Esa angustia hecha bombillo
Mejor aún, ese aguijonazo de luz
Que nos deja ausentes y esperanzados.
Las palabras se escriben a sí mismas.
Como si no hiciera falta otra cosa.
Se hilan y se acompañan y ahí van... solas
Y uno detrás. Siempre detrás.
Una sombra. Al costado con suerte.
Intentando acaso descubrirse en ese panal
En esas mieles. Y solo a veces, sucede
Esa angustia hecha bombillo
Mejor aún, ese aguijonazo de luz
Que nos deja ausentes y esperanzados.
El vació de las palabras
¡Estar tan vacía me asusta!
Adentro de mí arrasa un viento huracanado
Adentro de mí arrasa un viento huracanado
y se lo ha llevado todo y me ha dejado en silencio,
sin palabras.
¡Las palabras que son mi entretenimiento
mi refugio, mi llanto, mi destino!
¿Quién sabe adónde se habrán ido?
¿A cantar a qué coro? ¿A reír con qué nombre?
¿A sufrir sobre cuál espejo?
Se las ha llevado la confusión
el atolondramiento cotidiano
el ir y venir de los días y su insaciable afán
por vaciarme de sentido.
No sé ni cuando comenzó esta fogata
este incendio atroz, este desquicio.
pero se ha llevado mi tesoro más preciado
mi joya predilecta.
Y aquí estoy desvalijada y atontada
desnuda, estupidizada,
sin ganas de ser ésta.
La que espera. O la que escribe.
mi refugio, mi llanto, mi destino!
¿Quién sabe adónde se habrán ido?
¿A cantar a qué coro? ¿A reír con qué nombre?
¿A sufrir sobre cuál espejo?
Se las ha llevado la confusión
el atolondramiento cotidiano
el ir y venir de los días y su insaciable afán
por vaciarme de sentido.
No sé ni cuando comenzó esta fogata
este incendio atroz, este desquicio.
pero se ha llevado mi tesoro más preciado
mi joya predilecta.
Y aquí estoy desvalijada y atontada
desnuda, estupidizada,
sin ganas de ser ésta.
La que espera. O la que escribe.
Oscuridad
No
hay palabras que se ajusten
al
ritual de la belleza, solo aparecen
con
sus túnicas siempre listas para el festejo.
y
así las recibo, luego de cerrar los ojos
atenta
a la plegaria.
Los
cantos cuando llegan son oscuros
unicornios
hechos para sobrevolar
las
tormentas y los fuegos de la desesperanza
para
arribar al cielo como estrellas
como
luces incondicionales del azar
Hay
que tener fe, cerrar los ojos
como
si chocáramos con la muerte
como
si la ausencia llegara
a
mostrarnos su daga
hay
que mirar más allá de la línea infinita
más
allá de la paciencia y esperar
porque
el amor a veces llega
disfrazado
de invierno.
La ventana del cafetal
Los pájaros chocan contra
el vidrio. Suena el golpe
de la certeza:
el vidrio. Suena el golpe
de la certeza:
La de pagar con el cuerpo
la fe en un espejismo.
Pueblo
Mi corazón se convirtió en un mapa
que observo a la distancia.
Sobrevuelo la tierra que habité hace tiempo,
hoy no es más que un punto.
Fabrico aquel pueblo como me sale.
Vale decir que mi labor es mejor
que la de cualquier político que por allí ha pasado.
Ninguno le dedicó tantas horas
al oficio de reconstruir sus calles; y mucho menos
a querer las chicharras del paisaje, o al sol
que se te pega al cuello como un novio adolescente.
A menudo soy un Dios Creador un poco aprendiz.
Los olores son más precisos que los números de las
casas.
Los nombres a cada rato cambian de cara.
Pero en mi recuerdo de arcilla todo es posible:
hasta escuchar a los muertos cuando me hablan de infancia.
Tierrero
Es
mucha tierra
la
que se acumula debajo de mis pies.
Capaz
de teñirlo todo
con
solo pasar el dedo o la memoria.
Esa
tierra es pintura, un paisaje abierto
donde
corren todavía indios muertos.
Tierra
con alma de montaña.
Tierra
en la que uno se desliza
como
una sombra hacia atrás:
Hacia
un paisaje verde y sudoroso
porque
las hojas sudan y suda el viento,
o
peor aún, no hay viento,
es
ausencia de viento la que suda.
Suda
la tarde también que cae plomiza
sobre
la tierra. Dicen que es así
porque
es volcánica,
porque
escupir es prodigioso.
Dicen
que es el hierro,
que
por eso los niños la chupan
como
a un helado.
Dicen
muchas cosas
de
esa tierra abrillantada.
Mientras
yo cada día
digo
menos. Quizás
porque
prefiero el agua.
En
cambio esa tierra pica,
pican
los pies cuando se vuelven hojas,
y
no hay jabón que borre
el
tatuaje de la pobreza.
Y
pica la vida porque esa tierra
es
un mal designio:
Obliga
siempre a volver a ella
como
un náufrago de puertos.
Biografía
Carla Pravisani es escritora y
consultora en estrategia y creatividad. Realizó el Master en Creación Literaria
en la Universidad Pompeu Fabra, y el posgrado en Literatura Digital en la
Universidad de Barcelona. Dirige los proyectos Casa de Escritura y Escuela de
la Nada donde da talleres de escritura creativa. Ha publicado 8 libros, entre ellos, La piel no
miente (Premio Nacional Aquileo Echeverría 2012) y la novela Mierda (Premio Nacional Aquileo
Echeverría, Uruk 2018).
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