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Fermín Sandoval Ortiz (Ecuador)


La poesía de Fermín es la obsesión que parte el deseo. Sus versos infinitos no se dan en partes, es la siembra constante de la paz, el alimento de la vida. La palabra nos libera de los demonios, de la absurda impotencia y la cobardía. Sandoval desatara la locura a quienes escriben canciones eternas con la luz de sus manos y a los que lloran o ríen en la serenidad o en la aflicción.

La muerte de Mons. Proaño
A Proaño lo mataron con hiel...
lo entregaron a sus enemigos,
    a todos aquellos llenos de envidia,
  vanidad
  pedantería,
A esos, los poseídos del demonio: ignorantes, arrogantes, altaneros... los gamonales del ansioso del poder ecuatoriano...
Esos, lo envenenaron,
le hicieron beber, hasta las heces:
soledad y marginación.

El pobre viejo, pudo sentir el aguijón tétrico
   de la indigencia,
                  con si fuese un basilisco...
El profeta convertido en loco,
acariciado y acuchillado por la voracidad de las lenguas zalameras y viperinas...
El sentir la devastación del absurdo martillo del impotente y del cobarde. Sentir los mordiscos de las hienas recreándose con su carne, su sangre, sus vísceras despedazadas y arrastradas por el suelo, aún tibias aún observadas con los propios ojos, casi muertos, casi en los hocicos de las feroces bestias... igual que cuando un pendejo se aprovecha de un vencido, malherido y golpeado...

Lo nocivo del poder de lo mal... como una pintura enteramente oscura, enteramente negra.

En ese cataclismo ¿mirar al cielo?
parecería una blasfemia,
    ¿rezar con los ojos abiertos?
una pretensión jactanciosas del infierno,
¿Qué le quedó? ¡Ansiar la muerte! como una amiga:
-   Tardas Señor en escuchar a tu hijo crucificado
-   ¿Por qué?

La cruz no es cachivache para zarandearla al pecho,
es el surco abierto de todos los días, para sembrar:
preparar la tierra, discernir el tiempo, las aguas...
hacer que brote la palabra y la sonrisa...
“morir por la muerte para matar a la muerte”.

-   ¿Quién puede seguirte, Señor?

-   Aquel que siente vivo el corazón, se compadece, venda las heridas del sufriente... y le libera de los demonios, que hicieron nido en su interior y hablan, asesinan y se reparte la carne ajena.

Conjuro
¡Maldita luna!
¡Me embrujaste!
¿a que cuerpo líquido me sometes?
Siento tu arpón en mi retina,
una obsesión parte mi deseo…
No puedo descansar,
muero de hambre;
el tiempo está muerto, gélido y estúpido..
Maldita bruja de cara blanca y cabellos oscuros,
Percibo tus colmillos en mi cuello igual que tu aliento…
Y sabiendo que me destruyes y desangras…

No puedo más que quererte…

No haré ningún pacto con el diablo
Un aguijón  impertinente... incisivo... incansable me ha asechado y me acosa:
¿Escogerás la marginación... en vez de vender tu alma al diablo?
 ¡Cambia la situación desde adentro! ¡Como se ha hecho siempre!
Aprende a jugar con estrategia y táctica como los buenos, como los santos.

¿Será banal comerciar con el diablo por un breve tiempo, para hacer una cosa
                                                                                                                   buena?
Los infinitos no se dan en partes...
los corazones se tinturan del pigmento de las acciones,
mas el negro deja todo en oscuridades... todo con vestigios de oscuridades.

Al diablo jamás se le gana al ajedrez,
solo aplazas el tiempo justo,
para morir con los ojos abiertos y mirar al cielo.

Si... escogeré hacer brotar el color verde... y aprenderé a conversar con los pájaros...
ellos saben siempre cuando amanece y no se fían del diablo;
porque los demonios cortan las alas
de aquellos que podrían volar.

Para que sea verdad
Un amor… no muere…
se queda… en el impulso, en la alegría…
en la siembra constante de la paz…
en el vientre que regenera…
en la noche más tierna
que despierta la luz…
Jamás descansa un amor verdadero,
de que si no se alimente la vida…
Los grandes amores
aparecen en cada sonrisa, en cada flor,
en la bondad, en la misericordia…
en la verdadera amistad…

Vivos o muertos, notas para una canción eterna
Me dijeron que el amor estremecía;
pero,
el amor consume y desata locuras.

Estas historias
gritan al oído
y desnudan los cuerpos
en ilusiones
que como el viento
solo cantan
cuando hacen chocar objetos.

La marca desconocida de transeúntes anónimos

¿Cómo se entiende el dolor,
la ansiedad,
el hambre,
la sed
cuándo todavía nos hay palabras?

Se percibe como aflicciones penetrantes
que oprimen y provocan llanto,
risa o serenidad impávida.

El instante de dar nombre
a las marcas de las almas de los otros.
Nombrar las expresiones de los rostros ajenos
con nombres propios,
con el miedo desconocido e innato.

Demonios y otros vecinos

¡Sí!
El miedo,
ese primer demonio que se presenta,
que perdurará como un astuto y silente compañero,
que rechina al oído la impotencia, el dolor, la muerte,
la acechanza de aquel eterno rechazo
de quienes deberían habernos acogido y amado.

Cada instante se entrecruzan
aquellos ecos soterrados en la memoria;
afilan sus incisivos los mortíferos fantasma;
esos espectros
que dejaron en cada gota de sangre
los antropófagos,
esos vieron en cada uno
un trozo de carne para devorar,
les gustaba beber de la piel tersa,
tierna como la lechuga de un amado huerto.

Mientras aparecía,
el demonio de la ira y la posesión,
en cada zarpazo de rencor y de resentimiento;
allí caminan y vuelve a tras pisar los transeúntes,
los vagabundos, los muertos vivientes…
esos que desean de marcar
con su mismo estigma la piel ajena,
mediante el fuego violento y abrazador
del deseo, de la fuerza y del exterminio.

Las caricias, los cuentos, esos latidos tibios
que hace dormir y soñar;
esas manos que hablan de la ternura infinita
se quedan vestidos y escondidos,
como si fuesen disfraces.

La suspicacia,
el peor de los demonios,
la mentira flamea como una bandera
sin dejar pactos ni refranes
solo máscaras y esfinges,
todo está roto y partido,
todo tiene una careta y una infundía.

La triste soledad y los maestros
construyen aquellas apariencias
para negar el propio corazón.

La instancia de los sentidos y de la palabra

El agua, el viento, la terquedad y el olvido
gritan cada ocaso de sol.
Un instante de sentir el calor de las propias manos,
del aire que se inhala y se calienta...
¿Dónde estoy? ¿Qué hago?
Las texturas recubren la piel
y convierte en un dios
que crea desde ese caos,
desde esa inmensa nada adolorida,
compone una canción, un poema:
mías son las manos mías son las piedras.

Notas para una canción eterna

Cada demonio, con su nombre.
Cada miedo,
cada máscara,
cada estigma,
cada trozo de carne...
cada oscuridad y neblina en un verso,
en un conjuro ante el odio y la maldad.

Podrán esclavizar a cada ser nacido de mujer,
podrán negarle su palabra
pero siempre está el agua, el viento, el dolor, el silencio...
para recordar que las piedras y las manos son propias.

Basta con uno que escape del redil de la muerte
y que cante,
como hacen los poetas,
esos dioses sin miedo a la censura,
al sacudón del demonio que hace de señor,
a la cadena que le asfixia y limita.

Ese dios que señala a los muertos y a los vivos,
a quienes les falta la palabra,
a quienes lloran, a quienes cantan,
a quienes escriben canciones eternas
con la luz de sus manos y de sus piedras.


Biografía
Fermín H. Sandoval Ortiz, Aloasí (18.11.1970), sacerdote diócesis de Ibarra (1998).

Escribió, presento y defendió la tesis de doctorado: El conocimiento del Mundo. Un concepto de cultura según Clifford Geertz. Un estudio para la Teología Moral Fundamental (La conoscenza del mondo. Il concetto di cultura secondo Clifford Geertz. Uno studio per la Teologia Morale Fondamentale). Facoltá Teologica dell’Italia Settentrionale, Milán, 2014.

Bachiller Técnico-Industrial, Instituto Técnico Superior Aloasí. Bachiller en Humanidades Modernas Colegio Nacional Machachi. Bachiller en Filosofía, Facultad de Filosofía Eclesiástica. Universidad de Navarra. Licenciado en Ciencias Eclesiásticas, Facultad de Teología, Universidad de Navarra. Licenciado en Teología Moral y Espiritual, Facultad de Teología, Universidad de Navarra, España.

Estudios de Teología, Moral, Filosofía, Antropología Cultural, Sociología, Psicología. Miembro de la Casa de la Cultura núcleo de Imbabura, del Instituto Otavaleño de Antropología, del IOV (Instituto del Arte Popular) Viena,  de Ecassef Foundation, Bélgica-Otavalo, Corporación Cultura Taita Leonidas.

Encargos: Director de Estudios y Profesor de Teología Moral Fundamental del Seminario Mayor de la Diócesis de Ibarra. Profesor de Moral y Filosofía del Derecho Universidad de Otavalo.

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