La
poesía de Fermín es la obsesión que parte el deseo. Sus versos infinitos no se
dan en partes, es la siembra constante de la paz, el alimento de la vida. La
palabra nos libera de los demonios, de la absurda impotencia y la cobardía. Sandoval
desatara la locura a quienes escriben canciones eternas con la luz de sus manos
y a los que lloran o ríen en la serenidad o en la aflicción.
La muerte de Mons. Proaño
A
Proaño lo mataron con hiel...
lo
entregaron a sus enemigos,
a todos aquellos llenos de envidia,
vanidad
pedantería,
A esos, los poseídos del demonio: ignorantes,
arrogantes, altaneros... los gamonales del ansioso del poder ecuatoriano...
Esos, lo envenenaron,
le
hicieron beber, hasta las heces:
soledad y marginación.
El
pobre viejo, pudo sentir el aguijón tétrico
de la indigencia,
con si fuese un basilisco...
El
profeta convertido en loco,
acariciado
y acuchillado por la voracidad de las lenguas zalameras y viperinas...
El
sentir la devastación del absurdo martillo del impotente y del cobarde. Sentir
los mordiscos de las hienas recreándose con su carne, su sangre, sus vísceras despedazadas
y arrastradas por el suelo, aún tibias aún observadas con los propios ojos,
casi muertos, casi en los hocicos de las feroces bestias... igual que cuando un
pendejo se aprovecha de un vencido, malherido y golpeado...
Lo
nocivo del poder de lo mal... como una pintura enteramente oscura, enteramente
negra.
En ese cataclismo ¿mirar al
cielo?
parecería una
blasfemia,
¿rezar con los ojos abiertos?
una pretensión
jactanciosas del infierno,
¿Qué
le quedó? ¡Ansiar la muerte! como una amiga:
-
Tardas
Señor en escuchar a tu hijo crucificado
-
¿Por
qué?
La
cruz no es cachivache para zarandearla al pecho,
es
el surco abierto de todos los días, para sembrar:
preparar
la tierra, discernir el tiempo, las aguas...
hacer
que brote la palabra y la sonrisa...
“morir
por la muerte para matar a la muerte”.
-
¿Quién
puede seguirte, Señor?
-
Aquel
que siente vivo el corazón, se compadece, venda las heridas del sufriente... y
le libera de los demonios, que hicieron nido en su interior y hablan, asesinan
y se reparte la carne ajena.
Conjuro
¡Maldita
luna!
¡Me
embrujaste!
¿a
que cuerpo líquido me sometes?
Siento
tu arpón en mi retina,
una
obsesión parte mi deseo…
No
puedo descansar,
muero
de hambre;
el
tiempo está muerto, gélido y estúpido..
Maldita
bruja de cara blanca y cabellos oscuros,
Percibo
tus colmillos en mi cuello igual que tu aliento…
Y
sabiendo que me destruyes y desangras…
No
puedo más que quererte…
No haré ningún pacto con el diablo
Un
aguijón impertinente... incisivo... incansable me ha asechado y me
acosa:
¿Escogerás
la marginación... en vez de vender tu alma al diablo?
¡Cambia
la situación desde adentro! ¡Como se ha hecho siempre!
Aprende
a jugar con estrategia y táctica como los buenos, como los santos.
¿Será
banal comerciar con el diablo por un breve tiempo, para hacer una cosa
buena?
Los
infinitos no se dan en partes...
los
corazones se tinturan del pigmento de las acciones,
mas
el negro deja todo en oscuridades... todo con vestigios de oscuridades.
Al
diablo jamás se le gana al ajedrez,
solo
aplazas el tiempo justo,
para
morir con los ojos abiertos y mirar al cielo.
Si...
escogeré hacer brotar el color verde... y aprenderé a conversar con los
pájaros...
ellos
saben siempre cuando amanece y no se fían del diablo;
porque
los demonios cortan las alas
de aquellos que
podrían volar.
Para que sea verdad
Un
amor… no muere…
se
queda… en el impulso, en la alegría…
en
la siembra constante de la paz…
en
el vientre que regenera…
en
la noche más tierna
que
despierta la luz…
Jamás
descansa un amor verdadero,
de
que si no se alimente la vida…
Los
grandes amores
aparecen
en cada sonrisa, en cada flor,
en
la bondad, en la misericordia…
en
la verdadera amistad…
Vivos o muertos, notas para una canción eterna
Me dijeron que el amor estremecía;
pero,
el amor consume y desata locuras.
Estas historias
gritan al oído
y desnudan los cuerpos
en ilusiones
que como el viento
solo cantan
cuando hacen chocar objetos.
La marca desconocida de transeúntes anónimos
¿Cómo se entiende el dolor,
la ansiedad,
el hambre,
la sed
cuándo todavía nos hay palabras?
Se percibe como aflicciones penetrantes
que oprimen y provocan llanto,
risa o serenidad impávida.
El instante de dar nombre
a las marcas de las almas de los otros.
Nombrar las expresiones de los rostros ajenos
con nombres propios,
con el miedo desconocido e innato.
Demonios y otros vecinos
¡Sí!
El miedo,
ese primer demonio que se presenta,
que perdurará como un astuto y silente compañero,
que rechina al oído la impotencia, el dolor, la muerte,
la acechanza de aquel eterno rechazo
de quienes deberían habernos acogido y amado.
Cada instante se entrecruzan
aquellos ecos soterrados en la memoria;
afilan sus incisivos los mortíferos fantasma;
esos espectros
que dejaron en cada gota de sangre
los antropófagos,
esos vieron en cada uno
un trozo de carne para devorar,
les gustaba beber de la piel tersa,
tierna como la lechuga de un amado huerto.
Mientras aparecía,
el demonio de la ira y la posesión,
en cada zarpazo de rencor y de resentimiento;
allí caminan y vuelve a tras pisar los transeúntes,
los vagabundos, los muertos vivientes…
esos que desean de marcar
con su mismo estigma la piel ajena,
mediante el fuego violento y abrazador
del deseo, de la fuerza y del exterminio.
Las caricias, los cuentos, esos latidos tibios
que hace dormir y soñar;
esas manos que hablan de la ternura infinita
se quedan vestidos y escondidos,
como si fuesen disfraces.
La suspicacia,
el peor de los demonios,
la mentira flamea como una bandera
sin dejar pactos ni refranes
solo máscaras y esfinges,
todo está roto y partido,
todo tiene una careta y una infundía.
La triste soledad y los maestros
construyen aquellas apariencias
para negar el propio corazón.
La instancia de los sentidos y de la palabra
El agua, el viento, la terquedad y el olvido
gritan cada ocaso de sol.
Un instante de sentir el calor de las propias manos,
del aire que se inhala y se calienta...
¿Dónde estoy? ¿Qué hago?
Las texturas recubren la piel
y convierte en un dios
que crea desde ese caos,
desde esa inmensa nada adolorida,
compone una canción, un poema:
mías son las manos mías son las piedras.
Notas para una canción eterna
Cada demonio, con su nombre.
Cada miedo,
cada máscara,
cada estigma,
cada trozo de carne...
cada oscuridad y neblina en un verso,
en un conjuro ante el odio y la maldad.
Podrán esclavizar a cada ser nacido de mujer,
podrán negarle su palabra
pero siempre está el agua, el viento, el dolor, el silencio...
para recordar que las piedras y las manos son propias.
Basta con uno que escape del redil de la muerte
y que cante,
como hacen los poetas,
esos dioses sin miedo a la censura,
al sacudón del demonio que hace de señor,
a la cadena que le asfixia y limita.
Ese dios que señala a los muertos y a los vivos,
a quienes les falta la palabra,
a quienes lloran, a quienes cantan,
a quienes escriben canciones eternas
con la luz de sus manos y de sus piedras.
Biografía
Fermín
H. Sandoval Ortiz, Aloasí (18.11.1970), sacerdote diócesis de Ibarra (1998).
Escribió,
presento y defendió la tesis de doctorado: El conocimiento del Mundo.
Un concepto de cultura según Clifford Geertz. Un estudio para la Teología Moral
Fundamental (La conoscenza del mondo. Il concetto di cultura secondo Clifford
Geertz. Uno studio per la Teologia Morale Fondamentale). Facoltá Teologica
dell’Italia Settentrionale, Milán, 2014.
Bachiller
Técnico-Industrial, Instituto Técnico Superior Aloasí. Bachiller en Humanidades
Modernas Colegio Nacional Machachi. Bachiller en Filosofía, Facultad de
Filosofía Eclesiástica. Universidad de Navarra. Licenciado en Ciencias
Eclesiásticas, Facultad de Teología, Universidad de Navarra. Licenciado en
Teología Moral y Espiritual, Facultad de Teología, Universidad de Navarra,
España.
Estudios
de Teología, Moral, Filosofía, Antropología Cultural, Sociología, Psicología.
Miembro de la Casa de la Cultura núcleo de Imbabura, del Instituto Otavaleño de
Antropología, del IOV (Instituto del Arte Popular) Viena, de Ecassef Foundation,
Bélgica-Otavalo, Corporación Cultura Taita Leonidas.
Encargos:
Director de Estudios y Profesor de Teología Moral Fundamental del Seminario
Mayor de la Diócesis de Ibarra. Profesor de Moral y Filosofía del Derecho
Universidad de Otavalo.
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