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Jamila Medina Ríos (Cuba)


La poesía de Jamila invita, tienta, empuja a desbordarse. Los versos de Medina plantaran su bandera en nuestro paisaje y serán un coctel de fuegos de artificio. Con la poeta siempre iremos más allá, donde desbarranca el mar. Siempre hay suficiente espacio para su lectura, la veremos forrada con páginas, entre el cristal y la piel, poseída. Seremos boca a boca, respiraremos pausado, expresaremos nuestra voluntad viniendo de la noche al día  para gozar de los cambios de temperatura porque el poema es esa mirada vuelta sobre todos.

Columpio en las ramas
De las cenefas del vuelo
de una bandada de palomas desbandada
al zarzal de las líneas de mi mano derecha
la del destino                la que encandila a los videntes.
Del émbolo que invita-tienta-empuja
a desbordarse al Amazonas
en fronda trenzada y destrenzada
a los dedos de la rana
rematados
en zapatillas de punta
en almendra cascada por un dique
en despacito retoño.
De ese aletear
de ese fragor de aguas que enmascara
quejidos de hojarasca
al silbido del metro:
puertas ventanillas pasando
rebotando
en el pimpón de la luz
como un ciempiés de algas agitadas
follaje agigantándose en fractales
que solo deja adivinar un parpadeo
en verde-en rojo-en verde-en rojo-y-en azul.

Sobre esas líneas (de nudo a yema)
pongo mi puente giratorio
mi escalera de mano
mi balcón.
Sobre esas cuerdas flojas fruto expando
mi sombrilla rosada de lunares
para hacer equilibrios adentrándome
con la saya encogida del aliento
respirándote apenas
prenda/ida
de un alivio de voz.

Poseída
gateo repto espigo en el entronque
soga y nudo soga y nudo
agrietándome las palmas.
Alzando el cuerpo-arquitrabe
embrido en la copa mi columpio
meto y saco los dedos de los rápidos
digito alborozada en las alturas
llama en yema
yema en lengua
¿de fuga?

Del pimpollo me conquista
una bahía.
Pierdo el habla
pierdo (de golpe) la cabeza
por jugar a pescar(la) 
en la canal verde del pozo.

El pataleo que me sirve de envión
entrevisto
antes del alba
entre los pámpanos
es un coctel de fuegos de artificio
un penduleo borracho
que abricierra abanicos de coral.

¿Dar mil rodeos
tejer senderos en el aire
yéndome por las ramas
raspándome descortezando el cuerpo
mareada al caminar en círculos
mordisqueando la columna vertebral del caracol
con mis dientes de ardilla
solo para probarme un vestido
solo para hacer de faro?
¿Acaso solo para alzar un grito
(cor)responder a una voz
prendiendo y apagándome
bombilla
en la mesita de noche?

Si la atarraya se hace hamaca
si apuntalo un mirador en estas ramas:
estrella
géiser
carros locos
montaña rusa
bicicletas voladoras
y un zíper de cachumbambés
sube que baja
baja que su-
baja que su-
por mirarte manteniendo
la distancia perfecta
para ver
lo que hay que ver…
Si planto mi bandera en tu paisaje
¿subirás en domingo hasta el parque de atracciones
o sembrarás cada tarde lo aéreo y lo rastrero
para que escale por los troncos
procurando el sol
y entrarán
dadivosos
los zarcillos del beso
pidiéndome bailar
en los salones de espejos
del pabellón al tímpano?

Siempre he querido ir más allá del acá
donde se desbarranca el mar sobre un corpacho de tortuga
salir del cepo de la gravedad para flotar ligera
y hacer mis desayunos mientras dibujo la campana
pegada al techo.
He querido amancebarme en revoltijo
y encebar también el cuerpo
para no ser liebre mordida en las trampas
de la enramada bucólica del amor…

Recorrí playas buscando el carrusel de esta ciudad
que vi pasar un día
cuando tartajeaba en las ramas
mi canción solitaria.
El parque es de armar y desarmar
cabe en un tráiler
cabe en la concha de dos manos juntadas.
Ven a poner tus peceras tu palomar el cuarto oscuro para el revelado
y el nido de tus cables sobre el firme sarmiento.
Hay suficiente espacio…
Y es dulce el aire
azotado/cortado por la soga
cuando el columpio lo/se mece.

Antes de volverme una llana de costa
Debajo/ del puente/ del Viaducto

allá por Matanzas Bay

nadé por las mañanas mientras el sol clareaba
y las gaviotas caían
                 buscando
     su comida…

Hoy lo camino por derriba
tratando de ignorar a la que abajo
nadaba sonreída marafuera.
Mañana sé que allí (gaviota hambrienta)
subiré y bajaré entre la mar y el cielo
como pico que busca su condumio
aleteo/ que filtra/ el sol de agosto.

Debajo de las suelas
retiembla el puente y espera la que ayer
flotando como boya         como       un sol naranja
pequeña garganta de gaviota que se abre y cierra
para (tragando en seco)
continuar a-le-te-an-do marafuera…

Playa del chivo (Las pajareras de Albear)
Respiración artificial

Hay un sueño brumoso en que bajo hasta Playa del chivo, pero nunca llego a la planicie de dientes de león; es decir, que no alcanzo a agacharme ni a rozar el dienteperro que esplende bajo el sol de agosto, ni bajo el sol de los inviernos tampoco (ese sol fofo). En el sueño alguien me lee en perfecto inglés (acento «americano») algo que ya no sé: pudo ser William Shakespeare, pudo ser Walt Whitman, fue quién sabe. Estuvimos sentados en la piedra. El poema era largo. No me mojé los pies.
Playa del chivo es para mí el enorme deseo de bajarme cuando cruzo despaciosa por la zona de peaje, cuando salgo forrada con páginas y páginas de libros de la Feria, vend/tas que no me dejan ver, entre el calor allá abajo, aunque los adivino: el arsenal de pescadores (tropel de redes angustioso, rebrillar-cortocircuito-electroshok de los anzuelos ¿o eran arpones o eran remos? metidos en el rencor del arrecife).
De madrugada, recibiendo mi cumpleaños, soñé que nos bañábamos a solas en una alberca doméstica, y que me regalabas una foca inflable de cierta exagerada longitud. No me detuve a interpretar. (Tanto hemos prometido vacacionar en una casa en los riscos, entrando en las Matanzas. Tanto habías dicho de la piscina, cavada en viva roca, del misterioso Míster Claude…)
Por la mañana apreté fuerte los ojos viniendo de Alamar. Habíamos pactado celebrarlo abajo. Cargamos con la cámara. (Y demasiado más.) Fingí dormir cuando pasábamos el túnel. Los brazos estirados a los lados del cuerpo, las manos soportándome las nalgas: acalambrada, sosteniéndome cuerda (por no ser Hércules ni Glauca), sin dejarme vencer por el plateado velo (sol de nitrato agujereando la roca), abrasada en la piel de Cachemira… Justo a tiempo lo dejamos para luego otra vez. Antes de bajarme de la guagua en el Parque Central, bebí con prisa y aspiré una bocanada… que duró hasta que hallé mis gafas. Cuando volví (menos sedienta) a respirar, entre el cristal y la piel, el sudor y el salitre me habían puesto un bonito bigote de gato.


Boca a boca

Entrando por Alamar, en la recurva, al fin Playa del chivo. Guaguafuera, preparamos la cámara, ceñimos las mochilas a la espalda y bajamos sujetando la respiración. Respirar, respirar pausado es fundamental. El chero el chero el cello/ del carrillón de chivos. Lomitarriba/lomabajo. Se mete por los poros, las narices, la boca. Como entran hasta el tuétano ciertos estribillos. Como entrarían los pájaros si nos arrimáramos un poco. Saltan. Entre ellos, como ellos, el sol pica y chispea. Decenas. Más de una centena. Un ceremillón. Entre las garzas (seguro) los demás: ¿serán rabihorcados ligeros, buchones alcatraces, picudos zaramagullones? Pueblan, herrumbran, anegan la marisma (de Francisco de Albear). Andariegos sobre el borde de la playa, se sustentan con las patas y el pico en baile tenebroso (paso jovial, mas picardía en el sobrevivir, como de viejos achacosos). Mientras yo, de querer unírmeles me hundo en las capas de mierda doméstica, engañosarena, como enyesada al sol. Desde arriba: Playa del chivo es la mascarada de su planicie de rocas. Viniendo aquí: es el espejeo del piar de los pájaros llamando a entrar al agua que no es/ que si es, es aguas negras/ negras aguas. Nadie golpea con palos. Solo yo los azoro porque captures como puedas la bandada.             
Más allá del hedor (tú el estómago revuelto, tú al borde del desmayo), cubiertos por la nube que regresa, testaruda a la costa (papalote girando enredado en su cola), descalzos o con botas altísimas, pescan sus p(r)eces los pescadores de pie. No es mi delirio el que los pinta. Son: gorras, sombrero, varas, carretes de hilo y una balsa. Sin hacer caso al hervidero que viene (Puente Alcoy) subterráneo (Puentes Grandes) desde lejos (cañada de Vento, tazón del Cerro); sin tiempo para lo que se acerca (sótanos del Comercio) y se adentra… de legua a legua (1858-1893); sin sed para lo que llega… y brama y se escapa (1887) detrás suyo (traído en andas de negros esclavos congos); sin oír los flashes ni mi aliento entrecortado; sin voltearse a ver batir las alas…, más tercos que los pájaros: los pescadores apretados, tira que lanza la carnada, pescando boca a boca, como sujetos del agua.   

Finca de San Antonio (Carrusel)  
Donde se encabritaban ayer las bestias de Santiago Abreu
(yegua y lucero
potro en que te caíste: paticas delanteras resentidas
caballos blancos manchados
no negros/ no alazanes
alguno domado de ti 
y carrusel de caballitos dorados
yegua de oreja en dos puntas
camino a tus clases de inglés
camino de buscar gofio…)
allí la casa
(no la misma
alzada un poco hacia el costado
y dentro, sí: la Singer/ la coqueta/ las sábanas de boda/ el piso de damero/ el orinal
y fuera, sí: batea y abrevadero limoso).
Allí la finca/ suspensa en tres horcones
allí cafetos/ queso-cuajado en vientre de puerco
pozo ciego
carneros-casco endurecido por sulfato de cobre
y un trío de ocas sordas ladradoras
(José Benito/ Jorge Nemesio/ Juan Eduardo).
Allí los partos de bestias 
que si no levantan cabeza (es literal/ es una lápida)
no sobreviven.

A ti te amamantaron
(vía Infierno/ vía La Caridad) llegaste a San Antonio
por fin
como una anunciación
(j/alado por duras manos).
Quizás no mayorazgos pero esp/cuela sí:
del banco en predios de la casa
a Yaguajay/ a ese instituto en las (afueras de) Matanzas
errando entre paisajes gemelares
abrequecierra círculos
(pie en el muro-cabeza engominada-pantalón de galones
y un rojo de rasillas y un verde deslavado sobre el cuerpo y los pinos
que toca adivinar):
así te erguiste.

Donde los puercos hoy por el palmar
(por el palmiche)
y lagartijas coroneles
entre las piedras como de playa amontonadas
desde el potrero/ todavía
saltando la cortina de algarrobos
se ve el mar (de Caibarién).
¿Sería que en la terraza podías ver
su giratorio salto?
¿O eran los campos de maíz del cementerio
«Eloísa Carrillo»
con su bomba de agua
para esponjear las flores/ de Juan y Margarita
(emplumados canarios)?

Hubo un tiempo en que dijiste (o soslayaste):
atrás Infierno/ finca
atrás
la nata de nenúfares/ lechosa/ de la Poceta de la Media Legua…
Después no
enseguida o después
bajamos a las pozas y al sudor de(l) membrillo 
después nos empinábamos en ubre
y como en tiovivos nos trajiste
a embadurnarnos verde que te quiero ver
la entrepierna en que ahorcajábamos caballo.

Jineta/ no fue/ precisamente
mi expresa voluntad
(o no lo supe procurar
o se me hizo que no correspondía).
Bailoteaban mis huesos la montura
con elegancia nunca
(ni en volanta)
cabezabajo y concentrada en lo mínimo:
el pelo contra el rostro
y-entre-mechones vigilar los cascos
como si entre la yerba trasquilada
con mis propios pies fuera
hallando posa-dura entre las conchas
por donde menos hieran.

Vástagos
casi todos con jota/ sin par caballería
arrejuntada a veces dispareja:
retratos no desmienten nuestro paso.
Sin herrajes
silbando por las piedras resbalonas
viniendo de la noche al día
(salvados de humedad
también erguidos donde prende la ribera mamey)
papiros-paragüitas-clavellinas
así flotábamos:
abrequecierra círculos
bailando remolinos
rumiando en verde (tijereta/ escarbadura)
el marco terracota de otras fotos.
Y allí donde se limpia por sembrar
en claros a que llaman tumbas
a veces ensillábamos
(poniéndole corral) al dienteperro
y otras nos íbamos nadando
(trote/ marcha/ galucha) en cabalgata
por el potrero
rumbito a Caibarién.

Ciudad libertad
Entro a poner mi camarote en la explanada. Camino y camino, requetecamino, por saludar al sol a las seis de la tarde, con los pies en verde remojado. Estiro la espalda, estiro el cuello, tuerzo el torso, arrebujo las piernas, me empujo (espalda recta) hacia la punta de la estrella de los pies… Uno, dos, diez saludos en una zona de la yerba salpicada de cáscaras y hormigas que me van desguazando despacito. Cambio de táctica y de alfombra: pruebo otras zonas, el cemento, las losetas de barro. Como gateando, resbalo y me aguanto con las uñas. Siento el trabajo en los mús(cu)los y el expandir (acordeón-bandoneón-concertina absorta en dar una alta nota: free-reed) de la punta del iceberg de la respiración. A la cuenta de doce… vuelvo al yerbazal. Pongo el gimnasio frente a un árbol tan alto que no toco el pimpollo cuando inspiro (vista al frente, cielo allarriba, echando cabezatrás).
    Pasadas las siete termino: brazos de trapo, columna que cruje y va pidiendo que penetre la linaza entre costilla y vértebra, entre vértebra y omóplato.  
   Todavía descalza hago que emprendo retirada. Sigo adelante cuando me cruzo el cascarón del gimnasio (esqueleto, carcasa), donde jugábamos ayer a la pelota y nos apareamos (murciélagos vagabundos) sujetos a la pared.
    Espero… que lo que vino a la mente cuando mirabarriba, se desenrosque: serpiente de una rama; se manifieste: trepidante jauría. Como en los bancos del patio en la primaria (que yo enfriaba con la palma de las manos), gozo los cambios de temperatura: pies del calor del asfalto a pies en yerba húmeda, ardiéndome en las plantas, llagándome los dos.
    El poema es esa mirada vuelta sobre mí: la emoción del corcho ¿que resguarda o clausura? ¿que deja para luego el grito: aísla, añeja…? cuando se adentra en la boca. (Y puede que quepa aquí también la ebria estampida, la cabalgata del descorche). El arpegio en el pecho es esa variable sensación: de la llama(ra)da al hielo, que me eriza la nuca.  

Biografía
Jamila Medina (Holguín, 1981) en narrativa: Ratas en la alta noche (México D.F., 2011) y Escritos en servilletas de papel (Holguín, 2011). Jamila Medina Ríos en poesía: Huecos de araña (Premio David, 2008), Primaveras cortadas (México D.F., 2011), Del corazón de la col y otras mentiras (La Habana, 2013; Madrid, 2019), Anémona (Santa Clara, 2013; Madrid, 2016), País de la siguaraya (Premio Nicolás Guillén, 2017), y las antologías Traffic Jam (San Juan, 2015), Para empinar un papalote (San José, 2015) y JamSession (Querétaro, 2017). Jamila M. Ríos en ensayo: Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier, 2012). J. Medina Ríos como editora y JMR para Rialta  Magazine, a cuyo staff pertenece. Máster en Lingüística Aplicada por la UH, con un estudio sobre la retórica revolucionaria en la obra de Nara Mansur. Proyecta su PhD en Brown University, con una investigación sobre el ideario mambí en las artes y las letras cubanas. Nadadora, filóloga, ciclista, cometa viajera; aunque se preferiría paracaidista, surfista o espeleóloga. Sueña con cantar en un coro, patinar sobre hielo o volar en un deltaplano.

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