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Martha Luisa Hernández Cadenas (Cuba)



La poesía de Martha es única, íntima, ritual. Nuestra alma líquida arderá en el mar de fuego porque sus versos entrarán a nuestras vidas como una voz que pierde el miedo a morir. El libro es un hecho imperecedero y sus letras tienen ese olor que deslumbra más persistente que los sabores sagrados. Hernández invocará a la naturaleza, y su espíritu libre vencerá el pánico que pueda producir la mortalidad; en su palabra tendremos esa sensación de seguridad.

Cabeza rodeada de flancos bovinos, Francis Bacon

El Macao
a ti pensé invocarte
te levantaste y me echaste encima tu tristeza
la tristeza me acercó a ti y me deslumbré en ti
pero sabía que estabas resucitando con chispazos
que yo no podía invocarte por provenir de una generación tosca y miserable
a ti pensé quemarte
te levantaste y me pusiste la boca en tu tristeza
la tristeza me acercó a ti y me deslumbré en ti.


                                                                             Autorretrato, Francis Bacon

Habla la poeta al Macao
entró en mi vida como un caballo
entró en mi vida como un central
entró en mi vida como un espíritu
porque entró y me agujereó toda
porque entró y me abrió en dos
porque entró y parecían lilas
porque entró y parecían estalactitas
entró en mi vida como una voz
entró en mi vida como una tercera lengua
entró en mi vida como un erizo
y mi vida se derrumbó
y mi ruina se quebró
porque entró y salió dando alaridos
aún busco comprender lo que sienten los caballos
uno dentro del otro
como desgarrados por la mortalidad
como levitando por la mortalidad
es mediodía en el trópico
¿cómo una piel todavía conserva el olor a quemado 100 años después?

La quemadera
(ensayo rítmico sobre la tupición)

quémalo ahora   quémalo sin miedo   quémalo con rigor   pégale fuego por el culo

ponle candela   encumbrada fogata   pira de vellos y sangre   quémalo sin miedo

quémame ahora   quémame sin miedo   márcame el culo con la chispa

humo   ceniza   pellejo   cuando todo se ve quemado pierdes el miedo a morir

quémale ahora   quémale sin miedo   rigorismo de antorcha sobre el ojo

asqueado   melancólico   condenado   humo   carbón   lava   pégale fuego

quémalo ahora   quémalo sin miedo   quémalo con rigor   pégale fuego por el culo.


                          A la naturaleza sólo se la vence venciéndola, Francis Bacon

Quemadera tupidera
quémalo

Quema al macao ahora. Después me tendrás lástima o me tendrás asco o te aburrirás o me abandonarás. Quémalo ahora y eso será memorable, será performativo, será único, será íntimo, será ritual. El gesto de quemar es un gesto demasiado teatral. Del mismo modo que las fábricas son absolutamente teatrales. No sé para quién se escriben las ideas quemadas o las ideas máquinas. Pero se escriben con la misma frialdad que se escribe el teatro. Quémame en el horno de gas. Quémame en el garaje. Quema el hilo y quema el número. Quema mi olor. Los olores son más persistentes que los sabores. Las almas son más nauseabundas que los estómagos. Quémame con fósforos. Quémame en la hoguera. Los libros que han sido pulpa y no fueron quemados son como un fantasma vengativo. Quémame en venganza de aquellas pulpas que no han sido vendidas. Quémame y échame la culpa de tu mancha y de la peste. Porque si no quemas al macao ahora es porque en realidad ya te doy lástima, ya te doy asco, ya te aburro, ya me abandonas y te sientas con los pies en alto, apagas la lámpara, no entras al cuarto de hotel para que un pintor dibuje tu retrato y nunca escribes un Ensayo sobre la quemazón. Al quemar no se deja una huella. Al quemar no se pierden los rastros. Quémalo ahora, te pido, quémalo. Pero no digas nada memorable, sólo quémalo y dedícale un gesto paternalista y zonzo sobre el teatro ruso, eso, algo memorable sobre el teatro ruso, siempre es bueno citar sobre la ampolla quemada. Porque ni la literatura ni la lectura son sagradas. Los gobiernos no son sagrados. Los que censuran no son sagrados. Los censurados no son sagrados. Yo soy irremediablemente pagana y merezco ser quemada. Madre sabe de la combustión. Padre conoce de la tupición. Quémalo todo, quema el fracaso que fue y el fracaso que no ha sido. No quiero pedirlo de este modo infantil y rítmico. Pero es que le doy muchas vueltas a la protesta. Una subasta es irresoluble. Tu alma es líquida y arde. Quémalo, te pido, no es una obra, al quemarlo, documéntalo, a ti nadie te manda, pero hazlo, tómate una foto y envíamela, así estaré orgullosa de ti, porque me has puesto en el paraíso de los quemados. Quema al macao ahora. Quema ese cuadro, poeta, quítate el miedo.

quémalo

                                                                              Dos figuras, Francis Bacon

Tupidera quemadera
macao

Cuando quemaste al macao pronunciaste un conjuro imposible. Lo quemaste descuidando tu obligatoriedad con el servicio de la cultura: un libro es un hecho imperecedero. Cuando quemaste al macao me llenaste de preguntas insignificantes sobre la producción. Ahora vivo en la improducción. Cuando quemaste al macao me hiciste arrepentirme de mis crímenes y de mi hongo en la uña izquierda del pie. Cuando quemaste al macao me hiciste olvidar al pintor y al director de teatro. Lo quemaste con esa experiencia pedagógica de servir al hombre, a su perpetuidad humana, y sin escribir jamás el ensayo sobre la tupición que prometiste, le prendiste candela para justificar tu crueldad. Cuando quemaste al macao me pusiste en el suelo de piedra. Me tocaste por lástima, por piedad, por miedo al fracaso que vendría. Tu respiración sobre estas páginas. Tu tacto y la pigmentación de tu piel y tu aliento. Tu mirada. Le metes candela. Quemadura por quemadura. Quemadura sobre quemadura. A veces me imagino un volcán en medio de Guantánamo. A veces me imagino un volcán en esta página. Los cuerpos incendiados lanzándose al mar. El mar de fuego. La fábrica improductiva de los destupidores y hacedores que quieren reírse con el macao. A veces te imagino quemando al macao en el infinito, acaricio tus ojos en el suelo de piedra y hablas de mi futuro sin leerme, sin comprarme, sin fecundarme, sin pensarme sola en una habitación con el tríptico. Es un original y no será subastado ni quemado. No has quemado al macao por la tozudez. Conversaba con mi madre sobre los volcanes, la única apertura al magma originario, el único esquema de goce que se repite entre mis piernas, el espacio en el que la deformación de un rostro, expresa la inmensa indiferencia que sentimos ante la muerte. Encima de mí parece que te ahogas de la risa.

macao

Biografía
Martha Luisa Hernández Cadenas | Martica Minipunto. Teatróloga, poeta y performer.
Ha publicado el poemario Días de hormigas (Ediciones Unión, 2018), Premio David de Poesía 2017, y Los vegueros (Colección Sureditores, 2019), Premio Bienal de Poesía de La Habana. Mereció la Beca de Creación Prometeo de La Gaceta de Cuba por su obra, Una ópera china. Premio Franz Kafka de novela 2020 por la obra, La puta y el hurón. Ganadora del Premio de ensayo La Selva Oscura por su investigación Notas de un simulador. La crítica teatral de Calvert Casey (1960-1965). Ganadora del Premio de Teatrología Rine Leal por su libro ESTA OBRA HABLA DE TI Y DE MI. Ensayos para (des)a(r)mar la experimentación escénica en Cuba (2012-2018), ambos en proceso de edición.
Entre su obra reciente se encuentran los performances Nueve (2017), Extintos, aquí no vuelan mariposas (2018) y No soy unicornio (2019); las intervenciones La última ópera china (2018) y Las fundadoras (2019).
Fundadora de la editorial independiente ediciones sinsentido, dedicada a escrituras transgresoras y noveles.
Mantiene su columna literaria Pucheros, en Hypermedia Magazine.

@_martikminipunto | malu_cuba@yahoo.com

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