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Mario Campaña (Ecuador)


La poesía de Mario es la belleza que el tiempo había preservado. Su verso escrito sobre caminos viejos no conoce límite o reposo. Sus palabras podrán renacer en nosotros, porque sus historias nos han regalado un comienzo, un lugar. Seremos prisioneros atravesando desiertos, montañas, mares, de una caravana de imágenes que chocan contra la mirada ansiosa de una lectura poética que exige libertad.

Sobre caminos viejos
                                Rastrojos y altos sotos.

Hacia atrás lo dejado me descubre sus contornos.

Las aves olvidan el mar empujadas por la arena
La clepsidra no sabe qué tiempos recorremos
o qué tiempos nos recorren.

En las caravanas de predicadores y mercaderes
descubro la mirada ansiosa de los untadores del mal.
Los veo repartiendo opúsculos
ofreciendo imágenes purpúreas
atravesando desiertos, montañas, mares.

Los veo crecer, diezmar y multiplicar templos, reinos.

Yo vengo de los días que precedieron a la muerte de los muertos
He escuchado el rezago de sus últimos estertores.

Apestadas desde adentro
no sirve la cuaresma que han impuesto las ciudades
El mal se propaga sin límite ni reposo.

¿Por qué la espera?
¿Por qué la erranza ha tenido que ser

única precaución segura?

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Dirán que naufragaban lentos los habitantes de la isla
que se movían por cañadas yermas
buscando testimonios de antiguos navegantes
inscripciones que el tiempo habría preservado
sobre tablas sepulcrales.

Organizaban expediciones hacia lejanos parajes
pero sobre acantilados la zozobra
impulsaba a retornar:
cadáveres de náufragos depositándose en los médanos.

Mareas altas como temores
Más violetas las mareas de aire
El cielo boca abajo.

En las noches desenterraban del corazón y del sueño
frases destinadas a la persistencia de los dólmenes
Entendían que el conocimiento no propicia calma
Y así pervivían.

Por épocas dejábamos de verlos
Los suponíamos asomados al paisaje de sufrientes seres
prisioneros en el fondo del océano.

Dirán de este tiempo que fue tenaz
como el incesante remorderse de las aguas
Que el horizonte era un ave gigantesca
enterrada su cabeza en el mar.

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Muchos años dejé libres mis animales en el bosque
Los paseantes habían echado a perder
la tranquilidad de sus cautiverios
y ellos de manera a veces violeta me exigían su libertad
o desde sus encierros agredían a los muchachos de los alrededores.

Dejé mis animales en el bosque
y abrí de par en par las puertas de mi casa
y esperé que los temerosos muchachos crecieran
libres en la inmensidad de las verdes colinas
y que llegaran al fin los esperados visitantes
que cultivarían y harían crecer
mi tierra y mi morada.

Más la casa permaneció vacía
las puertas cayeron ante continuos golpes de agua
crecieron musgos en las paredes y en el patio
y yo permanecí en el invernadero
sin fuerzas para evitar la caída de mi casa.

Algunas veces escucho el oscuro rumiar
y el aleteo intranquilo de mis antiguos animales
y me pregunto si debo marchar hacía el bosque
si los encontraré todavía
si habrán emigrado o habrán muerto
Si podrán, acaso, renacer en mí

Si podré, entonces, edificar mi nueva casa.

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El olvido de la poesía se paga.

Días sobre el lecho endurecido
Oyendo el lento girar de las imágenes que chocan
hurgando aquí y allá palabra pálidas
con necesidad y ceguera, como un cerdo
hoza en tierra extraña.

Crepúsculos en Gracia, en una plaza
Que honra mártires, ¿qué significan?

Caminata por la rambla cigarro en mano
contemplando peces, flores que se abren
como mujeres ávidas.

La noche ya no trae símbolos
La guardia fiel de la memoria huye
Como tropa temerosa ante ejércitos más fuertes.

¿Dónde está tu sabiduría, trenzada de piel y harapos?
Tu desvaído saber sucumbe en el reposo
Porque tierra descubierta es tierra
hundida para siempre.

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Por donde entró la muerte
“Aquí”, dijo el viejo, con el dedo índice pegado
A la frente, en el centro. “Aquí fue el tiro”.

Era mediodía y el hombre llegaba
A la terraza del barrio en pijama, como si estuviera
Los hechos incrustados en los pliegues
De su rostro cerúleo y avinagrado, en su memoria
Transparente. Hablaba del hijo, de la muerte del hijo
Un guardián nocturno.

Estábamos, ella y yo, con nuestro enfermo, con
Tres cervezas y nuestro enfermo, que había pasado la noche
Envuelto en un colchón, atendiendo la receta de una curandera.

Le había dicho que si conseguía sudar
Sudar todo, expulsaría su mal; pero callamos
Para escuchar la historial del viejo. El sol
Se revolcaba entre las hojas; papeles sucios corrían por el suelo.

Y de esas historias, sólo ha quedado un comienzo, un lugar
Dos dedos encima del entrecejo, por donde entró la muerte.

Biografía
Mario Campaña (Guayaquil, Ecuador, 1959) es poeta, ensayista y narrador. Sus últimos libros son Pájaro de nunca volver (poesía, 2017), Bajo la línea de flotación (relatos, 2016) y Una sociedad de señores. Dominación moral y democracia (filosofía moral, 2017). En 2018 publicó su Poesía Reunida 1988-2018. En 1996 fundó en Barcelona Guaraguao, revista de cultura latinoamericana, de la que fue director durante 20 años y de la que actualmente es editor. 

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