La poesía de Aníbal es bendecida por la abundancia. Bonilla se abraza con la eternidad de la palabra con el resplandor de la aurora. Sus versos los veremos nacer en la plenitud de la tarde y nuestro corazón latirá con el gozo de una lectura que nos ilumina con el conjuro de fragmentos húmedos. Sus letras son la exhortación de las ideas desde el alarido inicial hasta convertir nuestros ojos en esclavos de su canto sagrado.
SEMILLA DEL HIJO BUENO
Yo te vi nacer
como pan
como roca
como semilla,
en la plenitud de
la tarde.
Yo te vi abrir
los ojos
desde el alarido
inicial
como pequeño
pájaro
que extiende sus
alas
en la proximidad
de horizontes
desconocidos,
de vientos capitales.
Tu identidad de
hijo bueno
brota con el
amanecer
detenido en el
umbral
de las parábolas
y la heredad
bíblica.
Eres el nuevo
pescador de hombres
bendecido por la
abundancia
del agua.
Paulatinamente
conocerás el
camino
de bondades
y el túnel que
conduce a la oscuridad.
Tu corazón late
con el gozo de los siervos,
tu sonrisa se
ilumina con la gloria de los justos.
No padecerás
hambre
ni lamentaciones
porque tu canto
será a favor de
la ternura
y el verdor del
mañana.
Eres carne de mi carne,
expansión de la
sangre
que brota de los
confines
del gozo
eterno.
(Del poemario "Oda en plenulinio y balada del ángel")
EL DIABLO DE MI CUERPO
El poeta
públicamente
desnuda la luna
en noche llena.
El poeta
delinea cartas
profanas
para luego
incinerarlas.
El poeta
bebe la tragedia
de la insensatez
el memorial
de la amargura.
El poeta
juega con nubes
grises
que señalan la
aproximación
de la penumbra.
El poeta
se enreda con la
eternidad
de la palabra
con el
resplandor de la aurora.
El poeta
es un fantasma
sin sueldo fijo
que procura
nuevos años
plagados de
silencio y confusión.
El poeta
recorre la
zozobra
de las arterias
humanas,
el camino
directo
hacia el abismo.
El poeta
es un animal
que se despierta
cada mañana
intentando
destruir
las rejas de su
celda.
(Del poemario “Canto Nocturno”)
ESPERA
Mustia mirada
en la esquiva sensación de la tarde.
Pretendo tu carne
aletargada en los cauces de la contemplación.
Piernas estremecidas en la colmena
que delata la miel del ayer,
conjuro de la manzana devorada
en las entrañas de la habitación
en donde reposan los leopardos.
Vértigo de abrazos,
cintura que se contornea
en la espesura de manos pecaminosas
en el aluvión de fragmentos húmedos.
Carcajada venturosa,
hostia desenfrenada en el paladar,
huella de una disputa inconclusa.
Aguardo tu respuesta en la batalla
mientras las cicatrices palpitan como fragor sin descanso.
(Del poemario “Gozo de madrugada”)
CANTO SAGRADO
Felonía que
rompe corazones,
devoción del
gozo oculto.
Intensidad del
río en los adioses
tinta derramada
hacia la nada.
Reminiscencia de
los años mozos
como lenta
espera del ocaso.
El paseo del
domingo
en la impotencia
acumulada de lluvia.
Juegos iniciales
como estirpe andante
en el vuelo sin
tiempo,
quebranto que
deviene por la ilusión fallida.
Pasión de
sábanas
al fragor de la
batalla entre dos serpientes.
Sensación
perturbadora del olvido.
Escote para los
ojos esclavos,
cuello atado al
cántaro del siguiente día,
olor de
bienaventuranza.
Son los sueños
cuya bitácora alerta el diluvio.
Condena que nos
deja este clamor poético.
(Tomado del poemario “Tránsito y fulgor del barro”)
PIEDRAS EN EL AMANECER
Estupor de dos fieras
en el desierto calcinado por el hastío.
Duendes que huyen de la contemplación
aturdidos ante el diluvio.
Dios en la boca del ausente,
grito lastimero que revela derrotas.
Reminiscencia en la balanza que sostiene los huesos
como fatiga y quebranto,
piedras recogidas en el camino hasta el amanecer,
cordura fracturada en la cornisa de nuestros
hábitos.
Pasión inerte en las caderas del tiempo,
exhortación del fruto prohibido.
Miradas calientes en el cadalso azul,
mientras la mentira devora sus ojos de marfil.
(Tomado del poemario “Tránsito y fulgor del barro”)
LOS HIJOS
El vacío
que provoca
la inclemencia de la madrugada
en el quinto día de la semana,
el no ser.
El gesto
que se vuelve aguacero,
el revoltijo de las ideas
los salmos no leídos
el amor con rostro ajeno.
El niño
que sueña con la guitarra en sus manos
que soporta la fisura de la roca
que sonríe sentado al pie del árbol.
La imagen evocada
en la carpa de circo
el beso genuino
la huella
en cada paso perdido.
La melodía en el arrullo
como fragmento de luz,
la gravedad de las aguas
en el acertijo del padre.
Los adioses,
ceniza latente
en el fragor de la vida,
herida silenciosa
sombra extendida en la duda
ausencia en la médula del alma.
(Tomado del poemario “Tránsito y fulgor del barro”)
Biografía
Aníbal Fernando Bonilla (Otavalo – Ecuador, 1976) Poeta. Licenciado en comunicación social. Autor de los libros: Selvadentro (1998), Canto nocturno (2000), Quimeras de papel en el umbral de la soledad (2007), ConTextos – artículos de opinión (2009), Liturgia del ensueño (2009), Evocación de la tierra habitada (2011 - 1ra. edición; 2014 - 2da. edición), Oda en plenilunio y balada del ángel (2012), Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del barro (finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2018), Íntimos fragmentos (2019). Sus textos han aparecido en varias antologías y publicaciones dentro y fuera del país. Ha laborado en radio, televisión y prensa escrita. Columnista de Diario El Telégrafo entre el 2010 al 2016. Promotor cultural. Ex docente del nivel medio. Ha participado en eventos de carácter literario, cultural y político en España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia. En el marco del XIII Encuentro Internacional “Poetas y Narradores De las Dos Orillas” 2014, en Punta del Este, recibió la distinción “Idea Vilariño”, en reconocimiento a su trayectoria literaria.
Su blog es: www.anatomiadelaparabola.blogspot.com
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