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Juan David Medrano Torres (Colombia)


La poesía de Juan David desarma en polémica el empecinado tormento del amor. Nos acogen sus virtudes, se oyen los aplausos, la venía bendita y sus versos atrapan nuestros ojos.  Sus letras nos invitan a volar en algoritmos de alegría. En la belleza de su palabra veremos el mar sensible, la euforia, el canto salvaje. El universo de sus poemas nos atrapará e invadirá como guerra bélica desatando todas las emociones de indiferencia y asombro.

La morena

Mujer, te cruzas en los andares de mi perdición,

mueves tu falda multicolor,

sonríes con vergüenza, sonrojas en tu trigueño ser.

Te veo, y comprendo el amor a primera vista,

 la pasión instantánea,

¡Lamento decirlo! -me enamoré, estoy tapeteado-.

Mujer, morenaza caribeña,

revive las huellas carroñeras de mis manos,

atrapa con tus ojos, la debilidad de mi mirada.

¡Bésame!

Quiero beber el néctar de tus labios carnosos,

Limpiarles de virginidad, de ternura, de delicadeza.

Vamos a donde nos lleven el sudor y la calma,

te haré diosa, te haré diabla,

mátame con tu voz estremecedora.

No te perderé, no me perderás,

aruña mi espalda, marca a tu propiedad,

¡Soy tuyo!

Meneas tus caderas, y terminas haciendo un desfile sin intento.

Mujer, seca mi miedo, une tu inseguridad con mi locura,

bailemos en toqueteo, en coquetería, seamos uno,

dramaticemos la primera vez, el primer intento, el único destino. 


La gaita

Una pradera, mil espectadores en cansancio a la espera,

manos temblando,

decenas de corazones queriendo salir huyendo,

y carcajadas en superficie, arcando la maniobra de tu llegada.

Se oyen los aplausos, la venía bendita,

un tumulto de sensaciones viajan a través del tiempo, del aire;

 se transportan en los pensamientos.

Tu sonido nos invade como guerra bélica,

nos atraes a un movernos con tu cansancio a los segundos,

Suena

¡Resuena!

Tu alma combate en felicidad, gime en placer melódico, renace en complacencia.

Mágica y tempestuosa mujer,

despide mi emoción con evasivas de folclor, entre la gozadera festival.

Ya siento el olor a cuerpo desgastado,

tus labios salen a flote viéndose acosados por mi mirada,

Y vuelve a sonar,

¡resuena!

La música de tu inocencia se hace escuchar,

el dulce sonar de tu belleza timbra en tímpanos débiles,

Y suena, ¡resuena!


No te vayas

Vivíamos como dos mariposas aledañas,

siendo unidos, por el dulce néctar del amor.

Yo te quería, y la penosa marcha no me quedaba grande,

me gustaba recorrer en lejanía, cada parte inviable, oculta, leve,

de esa torre erguida y lúcida, que llaman los idiotas, cuerpo.

En estéril cordura, eras tú el hilo del ensueño,

que acababa con la desventura de la lúgubre eternidad,

el hastío de agonía, y el sollozo del quebranto.

Ardíamos en execrable azul crepuscular, evadíamos el precipicio,

hasta que me  hacías olvidar un poco tu diáfana imagen. ¡Ah!

Pero eso fue ayer, porque ahora te vas, no consiento que lo hagas.

Criatura bondadosa, de hinojos te pido,

emerge del duro deseo que me lástima,

aquí está tu hombro, tu pecho, tu corazón, si los necesitas,

para siempre sostenerte.

Por favor,

¡quédate conmigo


Ojos azules

En un despertar el cielo me atrapa,

contemplo tus formas virginales,

tus manos fuertes me acarician,

y hago ver mi recóndito amor.

Alabo al tiempo en su pasar, lo maldigo en su olvidar,

quiero tener el mar a través de ti,

que las olas suenen en silencio,

que las aves vuelen en algoritmos de alegría,

y que llegues a la profundidad de mi ser, con sólo voltear.

Nadie más destroza la ceguera acechante,

ni acaba con un naufragio que carga

 tristezas,

y mucho menos, le da luz a la noche en plena estancia,

¡sólo tú, tus ojos!

Eres un relámpago cristalizado, sensible,

con inalienable ímpetu y un caudaloso éxtasis azul;

tus ojos terciopelados,

aveces nostálgicos, cansados, deleitados,

me acogen en sus virtudes, y me hundo en la suspicacia del ensueño que provocas.

Las muertas estaciones emergen de la trivialidad que tuvo mi indiferencia,

y sólo me queda el mirarte, mirar esa perpetua sombra de la locura oculta, ofuscada, en lejanía.

Por ellos, por esos ojos azules, 

el reflejo de un mundo sin ventura desaparece al instante.

Siento que te amo,

siento que el miedo a sufrir otra vez me evade,

Y que la diáfana imagen de prospecta soledad

se larga efímeramente, 

¡oh!

¡eres una verdad que tiene ojos azules! 


Adicciones de un perro callejero

Me digo que no, y termino cayendo en un sí que me destruye,

ando como marginal sin causa, mirando el cielo, las rústicas fachadas,

pensando en aquellos ojos, huyendo a imaginar,

una satisfacción sin límite en la arena.

Desarmo en polémica el empecinado tormento de amor,

y caigo en insomnio, en desilusión, destilando amargura,

maldiciendo el sudor humano.

En medio de las noches llega la euforia, el canto salvaje

de la ausencia que no entiendo, la locura en su máxima expresión,

el destello de la contradicción, entre morir y seguir sufriendo por el vivir.

¡Oh espíritu que infundes seguridad!

Muéstrame la puerta que me lleva al imposible,

a la cuenta regresiva de un cambio,

ayúdame a dejar a un lado el amargo café,

la música clásica en la madrugada, los pecados mentales,

la aparición de un amigo, que a cada rato me llama a escribir,

¡Vamos! Ya no quiero ser más un perro callejero.


Biografía

Juan David Medrano Torres nació el 24 de octubre del año 2004, en Colombia-Córdoba. Es un joven que se destaca como poeta, declamador, escritor, emprendedor y como promotor cultural y artístico. Desde su infancia vive en el corregimiento de Rabolargo, y ha estado rodeado de proyectos, cultura, mucho folclor, poesía y arte, lo cual, lo ha impulsado a tener contacto con grupos y organizaciones juveniles, actualmente Kiabjelú.

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