La morena
Mujer, te cruzas en los andares de mi perdición,
mueves tu falda multicolor,
sonríes con vergüenza, sonrojas en tu trigueño ser.
Te veo, y comprendo el amor a primera vista,
la pasión instantánea,
¡Lamento decirlo! -me enamoré, estoy tapeteado-.
Mujer, morenaza caribeña,
revive las huellas carroñeras de mis manos,
atrapa con tus ojos, la debilidad de mi mirada.
¡Bésame!
Quiero beber el néctar de tus labios carnosos,
Limpiarles de virginidad, de ternura, de delicadeza.
Vamos a donde nos lleven el sudor y la calma,
te haré diosa, te haré diabla,
mátame con tu voz estremecedora.
No te perderé, no me perderás,
aruña mi espalda, marca a tu propiedad,
¡Soy tuyo!
Meneas tus caderas, y terminas haciendo un desfile sin
intento.
Mujer, seca mi miedo, une tu inseguridad con mi locura,
bailemos en toqueteo, en coquetería, seamos uno,
La gaita
Una
pradera, mil espectadores en cansancio a la espera,
manos
temblando,
decenas de
corazones queriendo salir huyendo,
y
carcajadas en superficie, arcando la maniobra de tu llegada.
Se oyen los
aplausos, la venía bendita,
un tumulto
de sensaciones viajan a través del tiempo, del aire;
se transportan en los pensamientos.
Tu sonido
nos invade como guerra bélica,
nos atraes
a un movernos con tu cansancio a los segundos,
Suena
¡Resuena!
Tu alma
combate en felicidad, gime en placer melódico, renace en complacencia.
Mágica y
tempestuosa mujer,
despide mi
emoción con evasivas de folclor, entre la gozadera festival.
Ya siento
el olor a cuerpo desgastado,
tus labios
salen a flote viéndose acosados por mi mirada,
Y vuelve a
sonar,
¡resuena!
La música
de tu inocencia se hace escuchar,
el dulce
sonar de tu belleza timbra en tímpanos débiles,
No te vayas
Vivíamos
como dos mariposas aledañas,
siendo
unidos, por el dulce néctar del amor.
Yo te
quería, y la penosa marcha no me quedaba grande,
me gustaba
recorrer en lejanía, cada parte inviable, oculta, leve,
de esa
torre erguida y lúcida, que llaman los idiotas, cuerpo.
En estéril
cordura, eras tú el hilo del ensueño,
que acababa
con la desventura de la lúgubre eternidad,
el hastío
de agonía, y el sollozo del quebranto.
Ardíamos en
execrable azul crepuscular, evadíamos el precipicio,
hasta que
me hacías olvidar un poco tu diáfana
imagen. ¡Ah!
Pero eso
fue ayer, porque ahora te vas, no consiento que lo hagas.
Criatura
bondadosa, de hinojos te pido,
emerge del
duro deseo que me lástima,
aquí está
tu hombro, tu pecho, tu corazón, si los necesitas,
para
siempre sostenerte.
Por favor,
¡quédate
conmigo
Ojos azules
En un despertar
el cielo me atrapa,
contemplo tus
formas virginales,
tus manos fuertes
me acarician,
y hago ver mi
recóndito amor.
Alabo al tiempo
en su pasar, lo maldigo en su olvidar,
quiero tener
el mar a través de ti,
que las olas
suenen en silencio,
que las aves
vuelen en algoritmos de alegría,
y que llegues
a la profundidad de mi ser, con sólo voltear.
Nadie más destroza
la ceguera acechante,
ni acaba con
un naufragio que carga
tristezas,
y mucho menos,
le da luz a la noche en plena estancia,
¡sólo tú, tus
ojos!
Eres un relámpago
cristalizado, sensible,
con inalienable
ímpetu y un caudaloso éxtasis azul;
tus ojos terciopelados,
aveces nostálgicos,
cansados, deleitados,
me acogen en
sus virtudes, y me hundo en la suspicacia del ensueño que provocas.
Las muertas
estaciones emergen de la trivialidad que tuvo mi indiferencia,
y sólo me queda
el mirarte, mirar esa perpetua sombra de la locura oculta, ofuscada, en lejanía.
Por ellos, por
esos ojos azules,
el reflejo de
un mundo sin ventura desaparece al instante.
Siento que te
amo,
siento que el
miedo a sufrir otra vez me evade,
Y que la diáfana
imagen de prospecta soledad
se larga efímeramente,
¡oh!
¡eres una verdad que tiene ojos azules!
Adicciones de un perro callejero
Me digo que
no, y termino cayendo en un sí que me destruye,
ando como
marginal sin causa, mirando el cielo, las rústicas fachadas,
pensando en
aquellos ojos, huyendo a imaginar,
una satisfacción
sin límite en la arena.
Desarmo en polémica
el empecinado tormento de amor,
y caigo en
insomnio, en desilusión, destilando amargura,
maldiciendo
el sudor humano.
En medio de
las noches llega la euforia, el canto salvaje
de la ausencia
que no entiendo, la locura en su máxima expresión,
el destello
de la contradicción, entre morir y seguir sufriendo por el vivir.
¡Oh espíritu
que infundes seguridad!
Muéstrame
la puerta que me lleva al imposible,
a la cuenta
regresiva de un cambio,
ayúdame a dejar
a un lado el amargo café,
la música clásica
en la madrugada, los pecados mentales,
la aparición
de un amigo, que a cada rato me llama a escribir,
¡Vamos! Ya
no quiero ser más un perro callejero.
Biografía
Juan David Medrano Torres nació el 24 de octubre del año 2004, en Colombia-Córdoba. Es un joven que se destaca como poeta, declamador, escritor, emprendedor y como promotor cultural y artístico. Desde su infancia vive en el corregimiento de Rabolargo, y ha estado rodeado de proyectos, cultura, mucho folclor, poesía y arte, lo cual, lo ha impulsado a tener contacto con grupos y organizaciones juveniles, actualmente Kiabjelú.
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