Dayana Beltrán Ruiz (Ecuador)


La poesía de Dayana es la vida que nos da una sonrisa.  Sus versos tocan la puerta con insistencia y su propuesta robusta nos viste despacio. Beltrán es la musa que inspira porque ella no sabe querer de otra manera. Cada una de sus letras le permite a nuestra alma descansar y la expresión se nota en nuestros ojos. Sus poemas son el viento que se llevarán los recuerdos plagados de llanto. 


Literatura

 

Yo soy poeta. Tú eres poesía.

Más no me conformo con ser poeta,

queriéndote tanto, quisiera ser poesía.

 

Yo soy poeta para que la vida

me dé un segundo más de sonrisa

y no me quite mi poesía

como tú me quitaste tu presencia,

llevándote con ella también mi vida.

 

Soy esclava de mis propias letras

y mis cadenas son las huellas

de las heridas que me dejas.

Amor mío, yo soy poeta.

 

Tú, mi niño de piel canela

eres poesía con tu sonrisa.

Eres la daga que me condena

a ser poeta con tanta pena.

 

Porque eres amor, eres poesía.

Porque mis manos sangran

con cada letra que a ti te dedican,

porque mis páginas son lágrimas

que vas dejando con tus partidas.

 

Porque tu risa es la brisa

que a mis versos inspira.

Porque, mi niño lindo,

tú eres mi herida,

por eso te escribo poesía.

 

Yo soy poeta, pero quisiera ser poesía,

Ser la musa que tus versos inspira,

pero hay cosas que son de una dirección:

yo te quiero y tú me olvidas.

 

Yo soy poeta, tú eres poesía.

 

Silencio

 

Estás a mi lado desnudo,

huele mi cuerpo a humo,

mi boca sabe a licor.

Bésame, hazme el amor,

pronto darán las doce.

Bésame que me voy.

 

Ven, vuelve a tocarme completa,

sin darte cuenta, sécame las penas.

Tenías razón: tú no vales la pena,

me lo dices a mí, que soy la más necia.

 

“Nos veremos el martes”, tu piensas.

Amor mío, ven a tocarme completa,

no podré verte mañana

ni el lunes, ni el martes.

Tú no lo sabes:

“quizá nos veamos el martes”.

 

Tú no te podías enamorar,

yo te amé hasta el final.

Hazme el amor que me voy ya.

- ¿Sabes que no podemos vernos más?

Me miras con esa expresión tuya…,

tus ojos me preguntas más.

 

Te beso. Te vuelvo a besar.

Me rechazas los labios una vez más.

Contigo siempre y de nuevo es igual.

Me visto despacio

mientras enciendo un tabaco.

Te beso de nuevo. Te vuelvo a besar.

 

Este sin duda, es nuestro adiós final.

  

La puerta

 

Para usted, la puerta

siempre estará abierta.

La llave de mi alma,

el picaporte de mi almohada.

 

¿Qué espera más usted

si viene a mi cuarto,

me muestra su sonrisa

y se quita la camisa?

 

A usted puedo tenerlo a momentos.

Puede ser mío a oscuras,

darme un beso

e irse luego.

 

La puerta siempre está abierta,

para usted siempre está abierta,

pero sabe que si entra

se deja afuera las quejas.

 

Sabe que si sube

a mi cuarto del deseo

y va a llenarme de besos;

si va a ser mío de nuevo…

 

Está consciente de que, si viene,

si después de ser cobarde,

se atreve a abrir la puerta:

de allí no hay vuelta.

 

Pero no, yo sé bien

que usted no viene.

Jamás va a cruzar la puerta

que para usted siempre está abierta.

 

Sé que, de aquel martes por la tarde,

de las promesas de su parte

no queda ni la huella ni el recuerdo,

ni la vida ni sus besos.

 

Vaya, vaya, señor mío

al que no puedo llamar amigo.

Vaya con su ligereza

sonría a tanta belleza

conquiste a tanta mujer vea

ríase en la cara de todas ellas.

 

Me reiré de su juego

porque conmigo va perdiendo.

Conmigo siempre pierde

y usted eso bien lo sabe.

 

Perdón por la insistencia

Amigo mío,

Perdone usted tanta insistencia

Tanto yo lo he amado

Que míreme aquí, frente a su puerta

Como siempre, luchando.

 

Tranquilo, amigo mío

Ya he visto la expresión de sus ojos

He notado que le fastidio.

Disculpe usted tanta insistencia

Solo venía a secarle las penas.

 

No se preocupe

Ya no tocaré más a su puerta.

Esta vez me ha dejado claro

 Que no quiere volver a verme.

Que le hastía mi presencia.

 

Perdóneme usted

Por haberlo querido tanto,

Yo no sé querer de otra manera.

¿Por qué otra razón estaría aquí?

Queriendo volver a la guerra.

 

Pensé que al tocar su puerta

Le agradaría mi propuesta,

Pero no se preocupe

Que su mirada habló por usted.

Me retiro, si tanto le molesta mi insistencia.

 

 

Ha sido usted el amor eterno mío.

¡Cuánto lo he querido!

De ahí que le haya insistido.

Quería ponerle el mundo a sus pies

Coserle las alas rotas que decía tener.

 

He insistido tanto con este amor

Porque tanto como he insistido

Tanto como lo he querido.

Lamento, señor mío,

Haberle causado molestia con mi amor.

 

Me voy, no se preocupe,

Ya he comprendido:

Le fastidia mi presencia.

Ya no me quiere ver.

Para usted soy eso:

Solo una molestia.

No se preocupe, amor mío, me voy.

Le dejo con su paz eterna.

Perdone por la insistencia.

 

Trescientos sesenta y cinco días

 

Después de trescientos sesenta y cinco días

permito a mi alma descansar tranquila.

Y las mariposas muertas en mi pecho

no son por ti, son por los recuerdos.

 

¡Cómo te he querido alma mía!

Si me has costado casi la vida.

Trescientas noches plagadas de llanto,

sesenta y cinco días empeñando mis brazos.

 

Miedo…, miedo tengo de tu partida

y hace 365 días que te fuiste.

Ya no eres el mismo, ni yo soy igual,

ahora eres ese a quien solía amar.

 

Abrazados a mi corazón hoy mueren

esos besos que nos quedan pendientes.

Y mi lecho ya no espera tu regreso…

Y las lágrimas me salen a tropel.

 

Te acaricio desde lejos, niño eterno.

Ojalá el olvido de mi rostro jamás llegue,

espero el viento te lleve mis “te quiero”.

¡Adiós, adiós, amor eterno!


Biografía

Dayana Beltrán, nació en Quito, Ecuador y empezó a escribir poesía para no morir de amor, pero terminó encontrando vida en cada letra. Ahora la poesía es una parte de su alma.

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