La poesía de Gabriela resucita, avanza, vive. Ella escribe con su vuelo lo que quiere gritar. Sus versos envasan todos los aromas de la tierra para gobernar las aguas inmensas. De vez en cuando Ortiz deja caer la pluma, para ordenar los hilos y cada quien se libere. Poeta de fuego y guerra, construye castillos con tapas de libros, nos anima a seguir mientras nos sostiene e impulsa para no olvidarnos que la mejor cosecha llega luego de una buena lectura.
Bordar la vida
Hoy, voy a bordarme la vida.
Que
nadie me enseño
es
una manera de decir
porque
he visto a quienes lo hacen
y
puedo admitir que mirando aprendí.
Tomo
mi costurero olvidado.
Una
caja rosa viejo
con
flores al tono,
que
al abrirla devela
sus
tesoros enredados.
Aunque ordeno los hilos
una
y más veces
estos
se empeñan
en
anudarse entre sí.
El
metro se estira entre cintas,
elásticos,
tijeras y botones.
Alguna
que otra vez
me
he dado por vencida
y
dejé que las cosas
se
mezclaran entre sí,
como
las confusiones
que
aparecen una tarde de domingo:
que
cada quien se libere
y
se retuerza como quiera.
Un día, aburrida,
confeccioné
tres corazones
para
pinchar agujas y alfileres.
Algunas
se esconden
en
lo mullido
y
sin advertirlas
me
pincho los dedos.
Da
bronca encontrarse
con
la sorpresa del dolor.
Con
mi corazón de paño
tomo
pedacitos de telas
para
remiendos que no alcanzan,
que
no cubren los agujeros
ni
los siete de mala suerte.
No
sé elegir la aguja,
a
veces, no lo sé.
Pero
hoy voy a bordarme la vida.
Ya
tengo el bastidor,
coloco
la tela.
No
voy a dibujar.
¿Quién
me juzgará
por
improvisar?
Hoy
voy a bordar los recuerdos.
De
colores vivos y brillantes
los
que me hicieron feliz.
De
colores opacos
para
los que me hicieron llorar
y
entre puntada y puntada
iré
aprendiendo, en el hacer,
a
madurar.
Voy
a bordar:
sueños
para
no olvidarlos,
palabras
para
no enredarlas,
poemas
para vivir,
relatos
para resucitar,
rostros
ausentes
para
recordar,
abrazos
para la soledad,
ojos
para ver siempre a los demás,
ilusiones
para avanzar,
esperanzas
para no desesperar,
dragones
para luchar y
la
familia que siempre quise.
Voy
a bordar:
pájaros
para volar,
nidos
para descansar,
flores
para sonreír,
mascotas
para acariciar,
música
y libros para soñar,
soles
para brillar,
una
crisálida para hallar la paz,
la
mochila del alma
donde
descansa el pasado,
frutas
para envasar los aromas,
las
ventanas de mi hijo
para
mirarme en el cristal y
navidades
para perdonar.
Bordaré
caminos al andar,
calles
de libertad,
la
balanza de la justicia
para
no claudicar,
piedras,
para saber dónde están,
candados
que hablarán de mis secretos,
mis
manos para no cansarme de bordar,
corazones
multicolores
para
besar
y
mis huellas
para
quererme más.
Voy a bordar historias
viejas
y nuevas.
Si
no me gusta,
no
le temo a la tijera,
corto,
desato,
vuelvo
a hilvanar.
Desato
los fracasos
y
vuelvo a empezar.
Corto
los miedos
y
me animo a seguir.
Ovillo
lo que quiero conservar,
lo
que voy a dejar en mi costurero
para
marcar en un lienzo
que
no elegí
pero
que hoy
lo
tomo en mis manos
y
le bordo la vida que quiero.
El viñador, la
zorra y el águila.
Sentada junto a la ventana
abre un libro
y lee…
Él
es un viñador
seducido
por el hocico fino
y
el pelaje espeso de una zorra.
Podría
quedársela para sí
pero
prefiere verla libre por los viñedos
con
la seguridad de su regreso.
La
zorra se comunica con su cuerpo
y
movimientos de su cola,
el
viñador la acaricia,
pasan
tiempo juntos,
se
deja robar las uvas,
las
dulces,
las
maduras.
Pero
ella es una fábula
que
huye a la madriguera
con
su zorro
mientras
él la espera.
Yo
vivo en las montañas,
sobrevuelo
los viñedos,
esperando,
alguna vez,
encontrar
su brazo
para
aterrizar. Quizás piensa
que
le haré daño con mis garras,
pero
acaso ¿no sabe
que
deseo ser domesticada,
que
tenga un rito para mí,
que
me permita venir
todas
las tardes,
y
que sepa que me puede acariciar?
En
su mirada estarían mis alas,
en
sus ojos haría mi nido.
Suspira
tristemente y sigue leyendo…
De
vez en cuando,
dejo
caer una pluma,
una
parte de mí,
por
si algún día decide elegirme
y
acompañar mi vuelo…
aunque
ella se quede en el sabor de las uvas
aunque
él la recuerde en cada cosecha,
yo
volaré,
volaré,
volaré
hasta
que la olvide.
Ella cierra el
libro
y lleva a su boca una uvas.
Nació un diecisiete
Nació un diecisiete.
Esa
noche las estrellas
marcaron
la desgracia.
Fueron
años de humo y flores,
de
bastones largos
y
desaparición de sangre joven.
Carver,
ya llevaba 20 años escribiendo
y
los Bee Gees se lanzaban al estrellato
con
“Deberías estar bailando”.
En
épocas de calesitas
jugó
con la muerte
montó
un caballito,
luego
en un cisne,
y
pudo escapar.
Para
esconderse de las tormentas
construyó
un castillo
con
tapas de libros
y
una escalera de palabras propias.
Una
voz insistía en buscarla
pero
escalaba sobre sus cuadernos
y
se hacía invisible entre las nubes.
A
medida que iba creciendo
guardaba
sus pensamientos
en
una caja,
sus
sueños en una almohada.
No
creía en el destino
pero
el camino se empeñaba en mostrarle
siempre
las mismas huellas.
El
año en que Arturo Pérez-Reverte
publicaba El capitán Alatriste,
en una navidad de hospital,
se escuchó un villancico,
el arribo de un trineo:
llegó el hada de la oscuridad.
Así perdió lo único que conocía
como amor maternal.
Dos años más tarde,
en otra navidad,
el hada oscura
se llevó al único amor que le
quedaba.
Y por muchos años más
la noche nunca la soltó.
Caminó a tientas,
sola,
perdida,
la muerte la seducía.
Cuatro años de vida perdidos,
cuatro paredes blancas,
cuatro años de guerras cotidianas,
cuatro años en busca de la paz.
El dolor le provocó ceguera.
Encontró un lazarillo
dispuesto a darle amor,
caminó con ella hasta Dios.
Se hicieron una promesa,
se amaron,
la amó,
la amó,
la amó.
mientras ella luchaba
contra un dragón.
Anidaron un amor,
lo desearon,
lo soñaron,
lo esperaron
hasta que al fin llegó.
Un tallo nuevo
brotaba de su árbol.
Un retoño que los uniría para
siempre,
al menos, eso pensó.
Escalaron montañas altas de
frustraciones,
de desamores,
de lágrimas,
de desencuentros.
Él estaba exhausto
y luego de mucho camino recorrido
se marchó.
Ella se quedó suspendida en el
abismo
pero una manito suave la sostenía
le sonreía,
la buscaba,
la amaba,
y no la dejaba caer.
Pero un día se escapó
y llegó al fondo oscuro
de la noche
que siempre la envolvió.
Estaba cansada,
abatida,
vencida,
quebrada.
Escuchó una voz,
una mano,
una mirada,
un abrazo,
una luz,
le susurraron al oído
“la respuesta está en vos”.
El pozo se llenó de agua,
de luna,
de estrellas.
Desafió a la noche,
encontró su propia luz,
buceó entre los recuerdos.
Se vió a sí misma,
se reconoció,
se valoró,
se consoló
se maternó,
se sanó,
dio el gran salto
y otra vez nació.
Esa noche las estrellas
brillaron a su favor.
El navegante y la
mariposa.
En algún momento
le crecieron alas
de sal
y comenzó a volar
seducido por un
cielo de algas y peces.
En su mesa: mapas,
lápices y brújulas
y un sueño
acariciado
e impulsado por
vientos amigos.
¡En el mar no se
piensa, se vive! ,
dice el navegante.
Las certezas se
ponen en duda,
los sentidos se
agudizan al extremo
y se acelera el
ciclo vital.
Se aferra al
obenque
para mantenerse
erguido
como lo hace el
mástil de la vela.
Sabe que la carga
que lleva
debe ser ligera:
una linterna,
una navaja.
Y sabe lo pesada
que es
la carga que deja: amores,
amigos, placer y
confort
pero es más fuerte
el hipnotismo de
Neptuno.
Lo llama a sus
filas
para gobernar las
aguas inmensas.
Cabalgar en su
caballo blanco
sobre la espuma de
las olas,
sobre castillos
dorados.
Aunque conoce como
desafiar
la ira y emociones
del dios,
igualmente su
existencia vacila.
Evita las tardes
mortecinas
porque prefiere
esperar
que el cielo
corra el telón
y le presente la
escena
de un nuevo
despertar
como un milagro de
la vida.
El dios de los
mares
con su tridente
suaviza la tierra
forma bahías,
puertos seguros
donde el navegante
encontrará refugio.
Descansa sobre el
timón
una mariposa
monarca.
Le anuncia
que está cerca el
continente.
Le trae el aroma
de la tierra
que baja de la
montaña,
el sol de
primavera.
Ella nació hace
pocos días.
En la crisálida
vivió el ser
que es la nada y
el todo,
una energía
primigenia
que es eterna.
En la alquimia
le crecieron las
alas
de filamentos
de color y amor.
Y vuela con la
seguridad
de todo lo
aprendido
en el
capullo.
Es leyenda,
es fuego y es
guerra.
Delicada como
pétalos silvestres,
como un diente de
león.
Es alegría y
nostalgia.
Ella escribe con
su vuelo
lo que quiere
gritar.
Se posó en la mano del navegante
como atraída por
el néctar
de una flor,
probó de su piel
que le supo
a mar
a sol
a sal
a hombre que grita
la vida.
Desde entonces,
al bordear la
costa
él la espera allí,
donde las amuras
se estrechan
para formar la
proa
y le susurra al
oído
sobre la magia y
el amor.
A veces,
ella aguarda en el
puerto
su llegada,
y dicen, que en
cada encuentro
se besan la piel
como quiénes lo
hacen por primera vez.
AMOR
PROPIO
¿Y pensás que no te quiero?
Si,
lo
pensaste hoy
cuando
me viste
en
el reflejo de las cacerolas
pensás
que no te quiero
por
el vapor de puteadas
y
el ardor
en
las yemas de tus dedos
por
las risas especiadas
por
el hervor de broncas
y
el grito
de
cucharones y cucharas
Pensás
que no te quiero
porque
te prefiero
haciendo
equilibrio
en
la soga del tendedero
llorando
ropas viejas
persiguiendo
al sol.
Pensás
que no te quiero
porque
te prefiero sin dormir en las noches
cuando
el calor derrite tu cuerpo
cuando
te callás lo que sentís
cuando
miro hacia otro lado
cuando
más sola te siento.
Pensás
que no te quiero
porque
tu vuelta al mundo
es
de la casa al mercado
o
de la casa al médico.
Pensás
que no te quiero
por
tu atuendo de cenizas
y
tu cabello de escoba.
Hoy
en el espejo
tomaste
coraje
y
me preguntaste
si
te quiero
Te
miré y te contesté:
es
cierto, no te quiero
y
no te querré
hasta
que no abandones
tu
reflejo de cenicienta.
Biografía
Gabriela Ortiz
nació el 17 de septiembre de 1976 en Concordia, Entre Ríos, Argentina. Sus
pasiones: son ser madre, leer, escribir y ser docente.
Se considera una
artesana de la escritura, disfruta de su proceso personal en la poesía o cuando
narra una historia.
En 1994 ganó el primer premio, “Azahar de
plata”, en el concurso de Cuentos sobre Concordia organizado por el Rotary Club
Salto Grande.
En el año 2000
ganó el primer premio literario con una poesía y premio al mejor participante
del Festival de la Canción Navideña organizado en Concordia.
En abril de 2020
una poesía de su autoría fue seleccionada para ser publicada en el libro
Festival de Poesías de Buenos Aires a cargo del Lic. en Comunicación Social y
Poeta Juan Botana.
En mayo de 2020 un
texto narrativo fue seleccionado para ser publicado en el libro “Crónicas de la
Pandemia”, en España. A beneficio de los más afectados por el Covid- 19.
Está convencida que la lectura y la escritura nos salvan de nuestras propias sombras no evadiéndolas, pero si enfrentándolas para resurgir renovados, porque al leer y al escribir dejamos de ser los mismos para siempre.
Participación y
publicaciones en grupos literarios de nivel internacional. Participaciones
radiales y medios gráficos. "La canoa" Revista Digital de la
Asociación Argentina de Escritores, Filial Paraná, Entre Ríos, Argentina.
Mención de honor en el
71º Premio a la Palabra del Instituto Cultural Latinoamericano.
En noviembre de 2020
publicó su primer libro: “Amores de cartón” con Elena Jordana Editorial
Cartonera de la ciudad de Lanús Oeste, Buenos Aires.
Me encanto la intensidad y la calidez , el fuego por reconstruir una vida..La vida, esas manos que te agarran y te salvan, aunque caigas desarmada, pero llena de amor..
ResponderEliminar