La poesía de Renatta reconstruye lo que no puede expresar con palabras. Sus versos se dispersan entre el fuego, devolviendo con dignidad un latido con propósito. Sus poemas bailan en un mundo al que no pertenece, pero no duda frente al destino porque la esperanza tiene lugar en su paisaje.
Caída
A veces, el corazón late para perder sangre.
A veces, la tristeza y la ansiedad son lágrimas que no
brotan hasta que me ahogo en ellas.
Y quisiera encontrar una respuesta: medicinas que
duelen antes de recibir el sol o algo más,
ese algo que descongele el dolor.
Pero el corazón sigue latiendo sin propósito. Allí
donde se siente mi pulso,
mi espíritu no responde.
Manos calientes,
ojos que no quieren recibir el día.
Boca que traga,
sabor que desaparece.
Y me siento sola,
como Víctor en un mundo de muertos que no lo
comprendía.
Le he entregado mi anillo a un cadáver
que me ha arrastrado sin opción a salvarme.
He caído en un mundo al que no pertenezco,
que ni siquiera comprendo, en el que todo me aterra,
aun cuando intentan convencerme
de que los cadáveres pueden recomponerse con veneno.
Pero aquí abajo
he encontrado otro cadáver que me sostiene, que me
asegura que saldré del aire podrido que me invade.
Ella quiere ayudarme y yo quiero aliviarla.
Quiero reconstruir lo que ya no puedo expresar con
palabras.
Cuerpos
usados
No vi a mi abuela cargar el cuerpo de su hermanito.
Huesos listos para volver a tierra,
mujer que se aferró a devolverlo con dignidad.
No vi el sufrimiento en los ojos de mi madre cuando
despidió a su hermano para siempre.
No vi los golpes que dio mi abuela
cada vez que su hija necesitó de un brazo defensor
para detener a aquellos
que prometieron amarla.
No vi el cuerpo de aquella mujer que
bajo todo pronóstico de tormenta en su vientre, trajo
al mundo a sus dos hijos.
No vi a mi hermana
durante las noches más largas planificar el futuro que
ella no tuvo para los pequeños que la llaman madre.
No vi a otra hermana luchar junto a su hija para
cruzar caminos estrechos y difíciles.
No vi los labios pálidos ni los brazos cruzados de mi
tía
que dejó parte de sí misma para no abandonar la vida.
Lo que sí vi fue el escudo y la daga
que se encarnaron en los cuerpos de mis mujeres,
mientras más turbio y sombrío se volvía el camino.
Escupiendo sangre sonreían, y qué bellas lucían.
Sus cuerpos rotos, nunca derrumbados.
Vi cómo ninguna agachó la cabeza, cómo nunca dudaron
frente al destino.
Todas, agarrando sus manos, subieron la cuesta
y en la cima no derramaron ni una gota de sudor.
Vi cuántas veces se abrocharon sus faldas y se
pusieron sus tacones
para darle vuelta a la historia, con un arma en una
mano
y una rosa en la otra. No vi todo lo que debía.
Pero puedo ver sus cuerpos usados,
usados como armaduras de mil batallas ganadas. Piensa
en que puedes derrotarlas
y empezarás una guerra imaginaria.
El día de la mujer las lleva en su bandera.
Solo
te pregunto
¿Alguna vez has sentido
que el mundo se derrama a través de tus manos?
Como el agua que, al tratar de retenerla entre tus
dedos,
solo puedes contemplar cómo se va sin darte cuenta.
No lo sé.
Por la mañana fui llama,
aquella que calienta, te hiere e inspira. Pero, de
repente,
llovió en mi más profundo ser sin ningún motivo.
Tal vez eso somos los humanos: llamas que se apagan.
Pero, en algún momento, yo sé
que aquella mecha se secará y resplandecerá.
Que llueva, pues, salvaje tierra, porque si no paras,
fabricaré un paraguas que te detenga,
¡pero a mí no me ahogas!
Ni semejante miedo te tengo,
porque he vivido entre lluvia desde pequeña,
y pequeña ya no soy.
Ahora soy capaz
de alzar mis alas en tormenta fría
y volar hasta ver la luz.
Porque, desgraciada agua de lluvia, tú no me detienes.
Porque, si no paras,
me verás bailando al ritmo de tu goteo.
Porque, si llama no me permites ser, agua seré,
aquella que alimenta, aquella que sana.
¡Corre!
Porque cuanto más pienso en ti, quiero huir.
No porque tus espinas me alcancen. Solo no me brindas
paz,
aquella que reside en mí
cuando sé que la rosa crece sin herir.
Esa paz
no la traes, no para mí.
Pero corre,
¡vete!
Que para alguien más sí la entregas.
Me
enseñaste
Un día
mientras trataba de recoger mis piezas vi cuántas no encajaban,
cuántas me quitaste, cuántas añadiste.
Cuántos colores opacos,
aquellos que tenían lugar en mi paisaje.
Y cuando empezaste a quemarlos
no me di cuenta hasta que solo quedaron cenizas.
Podía verme dispersa entre el fuego intentando
caminar.
Pero seguía allí,
y ahora reconozco
que estaba aprendiendo.
Biografía
Renatta María Villamar Viteri nació en Guayaquil, Ecuador, el 8 de
diciembre del 2000. Desde joven sintió gran admiración por artistas como Frida
Kahlo que la impulsaron a pintar y años después a escribir. En la actualidad
dedica su tiempo al arte y a sus estudios.
"Una flor en la tormenta", un poemario en el que plasma sin
filtro sus sentimientos es su primera obra literaria que está acompañada por
ilustraciones de su autoría.
Síguela en redes sociales:
@renattaescribe
Comentarios
Publicar un comentario