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Giancarlo Castro (Ecuador)


La poesía de Giancarlo es como el sol que golpea el rostro y se vuelve parte de uno. Sus versos incentivan volver al sitio donde fuimos felices y repetir el ejercicio hasta que la suerte juegue a nuestro favor. Las letras de Castro se reinventan en el poema, es como esa receta para dejar de ser prisionero hasta convertirse en prisión.


Vivir es negarse

He decidido que ya nada importa.
Que debo esconder todas las emociones.
Que es mejor caminar solo.
Hablar solo.
Quedarse en casa y escuchar la misma canción hasta que pierda sentido.

He decidido guardar silencio.
No responder más preguntas.
No escuchar a nadie y solo sobrevivir.
Porque vivir es negarse y ya no quiero mentir.

Todos en el bus me miran raro.
Ellos también sobreviven.
Siguen intentando hablar entre ellos.
Creen que hablar sirve de algo.
Creen que hay que esperar algo del resto.
No saben que vivir es negarse. 

Negar lo que te hacía feliz porque siempre termina y no sabes qué hacer después.
Y pierdes la cabeza.
Y marcas 50 veces el mismo número.
Y te metes una piedra en la nariz y una aguja en el cerebro.
Y lloras en el bus y no llegas a tu destino.

¿Y qué destino puedes esperar después de tanto camino en vano?
Solo puedo seguir huyendo con los puños bien apretados y esperar lo mejor.
Porque algo bueno siempre llega y prefiero que me encuentre corriendo y no tirado en el suelo como un trapo sucio o un periódico amarillento por el paso del tiempo.
Nada de lo que me digan me puede aliviar y es una lección que espero jamás olvidar. 

No puedo esperar la cura ni el perdón de otro que no sea mi propia conciencia. El sacerdote no puede perdonar tus pecados, ni limpiar tu alma a partir de limosnas o avemarías. La persona que amas no puede ni debe reclamar tu vida como suya y reconstruir tu destino. Ni la caricia honesta de un perro callejero o el abrazo de una madre angustiada puede sanar nada cuando has cavado más allá del fondo del barril. Eso es materia de otro mundo. Otra realidad que se crea a partir de la pérdida.

Algo bueno tiene que pasar. Y cuando eso ocurra y las cicatrices no sean más que lunares sin forma podré volver a gritar de júbilo que alguna vez fui más que el recuerdo de algo que ya no soy. 

 

Primer aviso 

Primero tuve la premonición del rayo, 

siempre supe dónde caer pero no qué tan fuerte sería el daño.

Luego sentí que del vacío me abrazaban manos larguísimas como manecillas de reloj o mejor dicho como cuchillas afiladas. 

Sangré un poco. 

No podía ver todavía pero sabía que me observaban. 

Cuatro, tres, dos, uno

pero no despegué

Seguí suspendido en el vacío abrazador y el tic toc me hizo notar que tenía pulso.

Me tomó un tiempo igualar mis latidos. 

Tiempo que jamás recuperé.

Por eso siento que nací con el tiempo en contra. 

Por eso siento que corremos a estrellarnos con la misma pared una y otra vez,

a ver si de tantos golpes nos regresan al vacío abrazador y el compás de una canción que todos escuchamos pero nadie logra recordar. 

El tiempo no es mi amigo pero me enseña como un padre cruel. 

"Lo hago por tu bien", escucho que me dice. 

"Si no aprendes a las malas después estarás pidiendo perdón por errores que no has cometido y exigiendo explicaciones por eventos que no comprendes". 

Pero yo nunca aprendo y siempre vuelvo al sitio donde fui feliz y los golpes parecían caricias. 

Primero tuve la premonición del rayo, 

siempre supe dónde caer pero al final fui yo quien recibió todo el daño. 

 

Te informo 

No estoy muerto, estoy desaparecido.

No volví por el vuelto del almuerzo.

Dejé la sopa a medias y el jugo entero: 

la silla apenas fuera de su sitio y la brisa fúnebre de la ausencia.

No estoy muerto. 

Todavía guardo los regalos y los consejos de los amigos: 

los abrazos de mamá y un beso en la frente.

No estoy muerto.      
Mi cuarto me mantiene vivo.

Aquí tengo todo lo que necesito, no me falta nada. 

No vengan por mí.

No estoy muerto. 

A veces salgo a la superficie. 

Me gusta cuando el sol golpea mi rostro y se vuelve parte de mí. 

Y me abriga y no me suelta hasta que se hace de noche.

Pero a veces soy un poco aventurero y me gusta subir a la montaña más alta,

solo para saber cómo se ve la ciudad sin mí.

No estoy muerto. 

Estoy desaparecido, que no es lo mismo pero mejor.

 

Último aviso 

Ya no le quiero dar la espalda al río,
ni desearle la muerte al náufrago.
Ya no quiero estar en guerra conmigo mismo,
ni esperar que la suerte juegue a mi favor.

No me importa más ir detrás de lo imposible,
aunque siga creyendo que me puede aliviar.
No quiero saber en qué lugar perdí la dignidad,
por creer que había algo más que un sutil abandono.

Solo quiero la paz del que ya no intenta nada.
Solo quiero verme al espejo sin ganas de destrozarlo.
Solo quiero sentarme y ver cómo todo envejece.
Dejar de ser prisionero y convertirme en prisión. 

 

Biografía

Giancarlo S. Castro (Yanki Smith) nace en Guayaquil 1990. Licenciado en Comunicación Social y periodismo. Cursó la maestría de Lenguajes combinados artísticos en la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires, Argentina. Miembro fundador de la editorial Camareta Cartonera (2010 – 2013). Ha realizado trabajos en cine, poesía, música y performance. Ha leído en varias ciudades del país incluyendo Guayaquil, Quito y Esmeraldas. Sus textos han sido incluidos en compilados y antologías de España, Ecuador y Argentina.

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