Vivir es negarse
He decidido que ya
nada importa.
Que debo esconder todas las emociones.
Que es mejor caminar solo.
Hablar solo.
Quedarse en casa y escuchar la misma canción hasta que pierda sentido.
He decidido
guardar silencio.
No responder más preguntas.
No escuchar a nadie y solo sobrevivir.
Porque vivir es negarse y ya no quiero mentir.
Todos en el bus me
miran raro.
Ellos también sobreviven.
Siguen intentando hablar entre ellos.
Creen que hablar sirve de algo.
Creen que hay que esperar algo del resto.
No saben que vivir es negarse.
Negar lo que te
hacía feliz porque siempre termina y no sabes qué hacer después.
Y pierdes la cabeza.
Y marcas 50 veces el mismo número.
Y te metes una piedra en la nariz y una aguja en el cerebro.
Y lloras en el bus y no llegas a tu destino.
¿Y qué destino puedes esperar después de tanto camino en vano?
Solo puedo seguir huyendo con los puños bien apretados y esperar lo mejor.
Porque algo bueno siempre llega y prefiero que me encuentre corriendo y no
tirado en el suelo como un trapo sucio o un periódico amarillento por el paso
del tiempo.
Nada de lo que me digan me puede aliviar y es una lección que espero jamás
olvidar.
No puedo esperar la cura ni el perdón de otro que no sea mi propia
conciencia. El sacerdote no puede perdonar tus pecados, ni limpiar tu alma a
partir de limosnas o avemarías. La persona que amas no puede ni debe reclamar
tu vida como suya y reconstruir tu destino. Ni la caricia honesta de un perro
callejero o el abrazo de una madre angustiada puede sanar nada cuando has
cavado más allá del fondo del barril. Eso es materia de otro mundo. Otra
realidad que se crea a partir de la pérdida.
Algo bueno tiene
que pasar. Y cuando eso ocurra y las cicatrices no sean más que lunares sin forma
podré volver a gritar de júbilo que alguna vez fui más que el recuerdo de algo
que ya no soy.
Primer aviso
Primero tuve la premonición del rayo,
siempre supe dónde caer
pero no qué tan fuerte sería el daño.
Luego sentí que del
vacío me abrazaban manos larguísimas como manecillas de reloj o mejor dicho
como cuchillas afiladas.
Sangré un poco.
No podía ver todavía
pero sabía que me observaban.
Cuatro, tres, dos, uno
pero no despegué
Seguí suspendido en el
vacío abrazador y el tic toc me hizo notar que tenía pulso.
Me tomó un tiempo
igualar mis latidos.
Tiempo que jamás
recuperé.
Por eso siento que nací
con el tiempo en contra.
Por eso siento que
corremos a estrellarnos con la misma pared una y otra vez,
a ver si de tantos
golpes nos regresan al vacío abrazador y el compás de una canción que todos
escuchamos pero nadie logra recordar.
El tiempo no es mi amigo
pero me enseña como un padre cruel.
"Lo hago por tu
bien", escucho que me dice.
"Si no aprendes a
las malas después estarás pidiendo perdón por errores que no has cometido y
exigiendo explicaciones por eventos que no comprendes".
Pero yo nunca aprendo y
siempre vuelvo al sitio donde fui feliz y los golpes parecían caricias.
Primero tuve la premonición
del rayo,
siempre supe dónde caer
pero al final fui yo quien recibió todo el daño.
Te informo
No estoy muerto, estoy desaparecido.
No
volví por el vuelto del almuerzo.
Dejé
la sopa a medias y el jugo entero:
la
silla apenas fuera de su sitio y la brisa fúnebre de la ausencia.
No
estoy muerto.
Todavía
guardo los regalos y los consejos de los amigos:
los
abrazos de mamá y un beso en la frente.
No
estoy muerto.
Mi cuarto me mantiene vivo.
Aquí
tengo todo lo que necesito, no me falta nada.
No
vengan por mí.
No
estoy muerto.
A
veces salgo a la superficie.
Me
gusta cuando el sol golpea mi rostro y se vuelve parte de mí.
Y
me abriga y no me suelta hasta que se hace de noche.
Pero
a veces soy un poco aventurero y me gusta subir a la montaña más alta,
solo
para saber cómo se ve la ciudad sin mí.
No
estoy muerto.
Estoy
desaparecido, que no es lo mismo pero mejor.
Último aviso
Ya no
le quiero dar la espalda al río,
ni desearle la muerte al náufrago.
Ya no quiero estar en guerra conmigo mismo,
ni esperar que la suerte juegue a mi favor.
No me importa más ir detrás de lo imposible,
aunque siga creyendo que me puede aliviar.
No quiero saber en qué lugar perdí la dignidad,
por creer que había algo más que un sutil abandono.
Solo quiero la paz del que ya no intenta nada.
Solo quiero verme al espejo sin ganas de destrozarlo.
Solo quiero sentarme y ver cómo todo envejece.
Dejar de ser prisionero y convertirme en prisión.
Biografía
Giancarlo S. Castro (Yanki Smith) nace en Guayaquil 1990. Licenciado en Comunicación Social y periodismo. Cursó la maestría de Lenguajes combinados artísticos en la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires, Argentina. Miembro fundador de la editorial Camareta Cartonera (2010 – 2013). Ha realizado trabajos en cine, poesía, música y performance. Ha leído en varias ciudades del país incluyendo Guayaquil, Quito y Esmeraldas. Sus textos han sido incluidos en compilados y antologías de España, Ecuador y Argentina.
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