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Félix Anesio (Cuba) - Congregaciones


La poesía de Félix Anesio se vuelve indispensable como el mar. Sus versos se mueven majestuosos en el agua convirtiéndose en una infinita sucesión de dulces cantos gregorianos. En Congregaciones, antología poética del sello editorial Bukowski, encontraremos esa escapada furtiva que el autor va forjando con el paso de los años para llenar de luz la vitrina de sus lectores.


SIEMPRE EL MAR

                                     ¿Qué puede el sol en un pueblo tan triste?

                                        La isla en peso. VIRGILIO PIÑERA, 1942.

 

Dejar atrás los libros de toda una vida,

las fotos y poemas en el cajón apolillado,

los recuerdos más gratos, los más duros;

el beso último y desconsolado de la madre,

la lágrima de un padre que aún desconocía el llanto.

 

Todas las cosas lo abandonaban de golpe:

las amables puertas del vecindario que tantas veces

                                                                            abriera,

como si fueran propias, con la feliz insolencia de los

                                                                             niños;

las esquinas del amor, el canto del pájaro enjaulado,

los maestros que nunca más volvería a escuchar,

la sopa de la abuela en las tardes más frías.

 

Habiéndose forjado un mítico universo,

hoy renunciaba a todo en busca de otra tierra

donde inventarse sueños;

y el mar, el siempre mar,

sería el único camino nunca antes transitado.

 

 

EL PEZ ABISAL

 

Vive confinado en las profundas aguas de la noche abisal.

 

Se mueve majestuoso en el agua

y nos muestra toda su fealdad de espanto

bajo el reflejo de su propia luz iridiscente.

 

Admirable criatura el pez abisal:

símbolo de todo lo que no podemos comprender.

 

 

SUCESIÓN Y LÍMITE

                                                                                    Para Alejandro Fonseca

                                                                                              In memoriam


Las flores de la primavera

visten las nieves del último invierno.

 

La fiel convergencia del día hacia el ocaso

y todas las fases de la encantada luna

anuncian la epifanía del próximo sol.

 

Una mujer gime su dolor.

 

El regocijo de la vendimia y el vino de la celebración.

Una nueva arruga que se asoma al espejo de tu rostro.

 

Las fotos que cuentan, otra vez, una historia de ancestros.

La extraña felicidad de un poeta que yace en una cama

                                                                           de hospital,

rodeado de amigos, ante el umbral de una muerte

                                                                            insospechada.

 

Un libro que se cierra como un golpe en la sombra

                                                                      otro que se abre

y esta finita sucesión de versos.

 

Todo acontece en la esfera de un reloj sin números.

 

 

LOS SEMINARISTAS

 

                                  A Osmán Avilés

 

Marchan por la Calle Obispo

bajo el látigo inclemente del verano.

 

Tras las raídas sotanas se vislumbra

el sexo de los hombres

que deben consagrarse al pudor, la castidad y la doctrina.

 

Las rústicas sandalias rozan los adoquines.

 

Como una impúdica plegaria se eleva el olor

de las axilas en el aire

envolviendo las aceras y las plazas.

 

Un jovencito imberbe y una niña los observan;

una beata, tras su velo, hace una extraña mueca

                                                          y se persigna

mientras el dulce canto gregoriano hechiza a cada

                                                             transeúnte.

 

Todos detienen su juego, su ocio o su quehacer

                                                         para verlos pasar.

De dos en dos, los seminaristas, se pierden por la Calle

                                                                            Obispo.

Tuercen la esquina y se adentran por la oscura puerta

del convento,

erguidos y austeros, cargando sobre su pecho tan

                                                                     pesada cruz.

Aún nos puede llenar de turbación la imagen

                                                                     que recuerdo

 

 

EFÍMERO

Todo es efímero,

banal, pérdida, ausencia.

El hombre nunca será flor radiante,

nunca cielo, nunca estrella.

 

Quizás no seamos ni siquiera eso:

la indispensable gota de rocío,

esa que escapa furtiva

tras el primer rayo de sol enamorado.

 

Biografía 

Félix Anesio, Guantánamo, Cuba 1950. Ingeniero de profesión.

Ha escrito los libros Crónicas aldeanas y su versión inglesa A Tale of Two Villages (narrativa) y los poemarios La cosecha, El ojo de la gaviota, Los cuervos y la infamia y País sin moscas y otros poemas; así como las antologías personales Altar de nadie (Oxeda, México, 2022) y Congregaciones (Ed. Casa Bukowski, 2022).

Sus poemas y cuentos aparecen en numerosas antologías de EE.UU., España, Cuba, México y Chile. Así como en prestigiosas revistas como Altazor, Crear en Salamanca, El Caimán Barbudo, Chonchón Fanzine, Nagari, Conexos y Linden Lane Magazine, entre otras.

Rside en la ciudad de Miami desde el año 2000 y ha participado tres veces en su Feria del Libro. Fue galordanado con el Florida Book Awards y tiene premios editoriales y la distinción Pluma de Plata (Ed. Enre Líneas, EE.UU).


Comentarios

  1. Buena selección para invitarnos a una nueva lectura y a la de todos los poemas!

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