La
poesía de Javier nos desnuda ante la verdad. En sus versos el dolor sobra y
pedir perdón no basta. La palabra del
escritor Gutiérrez consume, también bendice la lucha contra el agobio y la
ausencia. Su grito es el eco de la justicia y la resiliencia por encontrar el
color de todas las voces que fueron apagadas.
LA
REINA
A Karen Suárez
Se recoge el cabello,
tiñe despacio sus labios de fruta
-carne de todos los duraznos,
patria de lo disoluto,
sueño enmarcado en comisuras-.
Se le bendice el cuerpo,
los ojos grandes de retoño,
el rostro, la palabra;
y a ella le incomoda la ropa,
la sangre,
se le carcome el pelo con silencio,
se le llenan de huecos las heridas...
y lo sabe.
Y se corta los brazos,
y se mastica las piernas,
y se proclama diosa,
reina inmaculada de las hadas,
como cuando niña...
y no lo sabe.
Y se escupe hiel en la minifalda
y deja de ser quien es
para empezar a ser
quien cree que debe ser;
y no lo es.
Pero a un lado del espejo,
ciega a la vendimia del pasado,
inmune a la corrupción de los engaños,
inocente aún,
perpetua,
es de nuevo,
la niña temerosa
que dijo "no" con su mutismo,
la mujer que incompleta
huye del amor como sentencia
y se consume
la forma articulada de la vida
entre la culpa y las pastillas,
entre los hombres y su duelo,
entre las sombras de una casa
que ha ocultado, entre tantas cosas,
la corona que le pertenece.
Ella se mira distante;
yo también la observo de lejos;
yo
también me resigné al silencio.
LA
HEROÍNA
A Marisela Escobedo
¿Recuerdas las tantas veces?
¿El miedo, la impotencia,
la reunida fuerza para frenar la
despedida?
¿Recuerdas cuánto el peso archivado,
la verdad escrita sobre el agua
y el olor,
el olor a muerte tan vacía de muerte
cuando no hay un cuerpo al que llorarle?
Recuerdas, Marisela, cada hombre,
cada mínimo detalle para hacerle frente
y no olvidar que el olvido
habría sentenciado a la verdad
a una doble muerte desolada.
Y te aferraste, y no viste pesadumbre
ni dolor que te callara,
y recordaste el color de sus mejillas
y coloreaste las mismas tuyas
cuando dijiste ser la broma y la risa
de una autoridad que te pintó la cara.
Y te pintó la cara y te arrancó el
cabello,
y desnuda entonces,
cubriendo todo
lo que restaba de palabra con pancartas
te viste dueña de las calles
y del sol que cae a plomo
en este desierto de justicia
que es nuestro país.
Nos queda, Marisela,
recordar tu nombre,
y sangrar tus tres ausencias
y tragedias,
pues pedir perdón no basta
en esta tierra silenciada,
en este Estado tan pequeño
que tan grande le quedó tu nombre.
EL
COLIBRÍ
A
Yosimar García
Nunca tanto frío como aquella tarde.
Como aquella tarde nunca tantos gritos
y después sólo la sangre y el silencio,
la búsqueda de una verdad a ciegas
cuando el resistir y apretar el pecho
apenas basta.
-¿Dónde estás?-
Cuando vacío ya el cuerpo de tanto agobio
y la resiliencia no es siquiera una
opción,
cuando el aliento agota toda burocracia
y no hay residuo, ni materia, que no
guarde
en este esfuerzo el dulce color de tu voz,
vuelvo a soñar tu anhelo,
tu cuerpo que me pide que te busque con el
mío,
que nos busque,
que los busque.
-¿Dónde estoy?-
Y cargo entre papeles la extinción de cada
llanto
pues sobrevivir aquí
no basta.
Y entonces en medio de la lluvia y la
blasfemia,
la amenaza y el azote oscuro del acoso,
entre el dolor que sobra, pero oculto,
y el miedo que me arrancaron contigo
adentro,
me dispongo a cambiar el rumbo de la
espera.
-¿Hay alguien más contigo?-
Y somos tú y yo y la pala,
y somos este hartazgo y desolación,
y somos la impaciencia del que lo ha
perdido todo,
y somos tú y yo y mi pala,
y el 26 de enero del año 2017,
y tu cara la verdadera enmienda
de esta lucha abanderada,
y somos las ausencias, las familias,
las 895 mujeres que por desgracia propia
también me amparan,
y somos los 295 cuerpos arrebatados de
palabra,
y los 18 mil fragmentos calcinados,
y un país, Yosimar,
un país,
que busca el mínimo suspiro entre el
aullido
para poder subsistir.
Yosimar, no olvides que mamá,
que el mundo,
te sigue buscando.
Yosimar, soy mamá.
¿dónde estás?
EL
INDIO
A la comunidad yaqui
Cuando en el país eres el tropiezo
y el mutismo,
cuando no eres ni el rastro
de una huella en tu propio suelo
y tu color y tu bandera
son la deficiencia histórica,
el salto de la página;
resistes.
Resistes y resuenas en el eco
de los que extraviaron su grito
en otra voz,
y entonces bailas en su ausencia
y recuerdas en el fuego
el verdadero color del agua,
la nota de los vientos, el venado
que bendice con su paso las estepas.
Porque, aunque tu pecho una diana,
la sangre es roja en tu carne
y la tierra no es ni tuya ni del puma,
son ambos de la tierra
que sepulta su clemencia.
Por eso permaneces, y a nosotros
la ciudad nos envenena,
y tu piel marrón es el amparo,
el reparo de los que no pudieron;
pero tú resistes.
Y eres el escolta inmóvil,
el hijo de los ríos,
el verdadero hijo de esta arena,
el indio,
los indios,
los todos indios,
nosotros,
los otros.
Y aun así;
resistes.
LA
MARIPOSA
A Homero Gómez
A la mariposa se le ha muerto
-a medio viaje- la ilusión,
se le ha sangrado verde el recorrido
para ahuyentar el verso y la palabra,
la verdad,
para sofocar con agua el auxilio.
A la mariposa se le apesta el cuerpo,
se le apaga el ala quebradiza
se le lleva de la mano
a la extinción.
Biografía
Javier Gutiérrez Lozano (Puebla, México. 1988). Poeta, traductor, periodista y gestor cultural. Director de Alcorce Ediciones, de Revista Vislumbre y profesor de Ciencias Sociales y Artes. Ha publicado once libros de poesía en países como España, Colombia, Uruguay, Perú, Venezuela, Reino Unido, Estados Unidos y México. Como profesor ha impartido clases y talleres en distintas universidades de talla internacional como la Universidad de Belgrado, Universidad de Granada, Universidad de Emory y la Universidad de Virginia. Su trayectoria literaria y cultural fue reconocida por el Senado de la República en México en el 2023, año mismo en el que se le otorgó el Premio Nacional Orden de José Martí en los Estados Unidos.
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