La poesía de Tamara esta escrita con autoridad e
ilusión. Los versos de la escritora Mejía revelan la fragilidad del poder, que
despoja y consagra. La guayaquileña tiene la habilidad con sus letras de enderezar
parajes y hacer olvidar los temores para que nadie nos arrebate los sueños.
Deseos
Romper,
destruir profundamente
todo cimiento de autoridad
que descarnadamente nos arrebatan los sueños,
deshilar y alcanzar esa puntada seminal
en donde germina el cáncer de nuestros errores.
Siniestros secuaces de la envidia y la avaricia,
ignorantes de toda consciencia, razón y honor,
Sus podios se vendrán abajo,
porque las relevaciones son
verdades gritadas en coros de muchedumbres que se
juegan la vida.
Huérfanos
madres a quienes le han quitado parte de su vida,
soy una lagrima salada que se esconde en el dolor de un
padre
soy esa ventana a donde entraron cinco balas perdidas
en una noche siniestra.
Somos una fogata que se alimenta de partes mutiladas
mientras un smokin
bebe champagne junto a las esfinges caducas de mi ciudad,
somos una dádiva rifada cada cuatro años
¿después?
un estorbo,
inútil
un bulto inmenso que nadie quiere cargar.
Somos los negros que jamás vemos en un after office
que usamos como eufemismo de esclavitud
para quejarnos de un trabajo mal pagado.
Fuimos la ilusión que alguna vez habitó
un cuerpo mal nutrido
mientras las figurillas de porcelana
se subían a un pedestal
desentendidos, encandilados
mientras los otros,
esos
los rotos
podían tirar el pedestal abajo.
Es frágil el poder,
como la historia.
Barrer trizas de porcelana,
como deber innegable para el cambio
porque el podio está hecho de lágrimas, dolor y pobreza
y nada es más inestable que un corazón roto en una noche siniestra.
Montando
caballos
Es probable que donde todos hayan sembrado
sensatez y juicio digno
yo haya acumulado errores y huesos roídos.
Siempre he sabido que para montar un caballo
existen cientos de formas,
pero todas estas me lastiman
por eso evito hacerlo en años bisiestos,
acariciarlos es como sentenciar una tormenta
eléctrica
inevitable y furiosa.
Ser una bestia montada se asemeja a ser una
concha abierta y devorada por unas mandíbulas rotas,
quiero ser una yegua marrón
aquellas que suben colinas empinadas y paren
en el gélido páramo
ser una yegua marrón
debe ser como vivir siendo llaga encendida.
Siempre he sabido que, para montar un
caballo,
existen cientos de formas,
pero todas estas me lastiman.
Baño de Ruda
Gotas minúsculas
pero si las junto me baño en una laguna
ocio poco corriente
que despoja y consagra.
Hiervo ruda en medio de un desvelo
amarga y fragante
para enjuagar mis fracasos
para olvidar los temores.
Hiervo ruda en medio de un desvelo
ofrecimiento para cambiarme la suerte
agua caliente para lavar las desgracias,
enderezar parajes
desinflamar la soberbia.
Hiervo ruda en medio de un desvelo
y pido
permanecer,
mientras
renuncio lentamente
a quién era.
Biografía
Tamara Mejía Molina (Guayaquil, 1987) Ganadora Premio Nacional de Poesía Ileana Espinel Cedeño 2022, profesora de Literatura, Poeta y Crítica de Arte. Magister en crítica y difusión del Arte, Especialista en redacción de textos críticos por la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires.
Entre sus publicaciones están el poemario “Esto soy yo, Marakaramazov” (2016), el estudio crítico “Historia Esculpida de Manuel Velasteguí, 50 años de Nuevos Comienzos” (2019) y el poemario “Últimos días de una herida” (2020). Sus poemas aparecen en la Antología “Madness: An Anthology of World Poetry” en Nepal, RedPanda Books y en “Bitacora del encierro” en México.
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