Ir al contenido principal

Martha Valencia Gutiérrez (Colombia)

La poesía de Martha lavará nuestros pesares para aventurarnos al borde de todo. Sus versos atraviesan el alma lectora para dar cabida al deseo por alzar vuelo por el empalagoso recorrido del asombro. La escritora Valencia perpetra la realidad en cada achaque de la vida para dejar el rastro de su sentir en todo escenario literario.


Acaso hundida

Tal vez me perdí entre las cosas con las que llené

estas manos herrumbradas…

Pensé que caminaba suelta por la orilla de la costa salada

y que me aventuraba en el borde de todo

lo que termina siendo bello.

Me hundí en la mirada austera que se nutría de lo simple,

di por hecho que mi cuerpo desnudo ante el asombro

era razón suficiente para asumir que vivía.

 

¿Dónde vivía realmente?

 

¿Dónde vivo en este instante en el que le escribo a la nada?

 

¿Qué habita en la playa obtusa que me ufané de recorrer?

 

¿Dónde inicia la gloria?

 

¿En qué parte de esta arena he de echarme para ser feliz?

 

Qué tanto de lo transcurrido en mi sueño

no ha logrado su ascenso por el camino lunar que

conduce al universo y entonces…

¿Cómo pedirle a la luna que cante?

Quizás baste decirle:

¡Sal de una vez por todas del escondite de la noche ciega!

 

Contradicción

Tan lleno está mi corazón.

No pretendo defraudar a la hacedora de la magia,

«no es esta vida la que pesa»

Son estas balas que atraviesan mi cabeza,

es la maleta atiborrada de mesura,

es el deseo desbordado por alzar el vuelo,

es mi boca atravesada por palabras,

soy yo, en esta conjetura desgarrada.

Es mi contradicción.

 

Bajo la anchura de la sombra

resuena el llanto de mi alma adolorida…

¡No, no es esta vida la que pesa!

Son los azotes de la resquebrajada profecía,

de mi timidez cobarde,

de la soga que me arrebata las manos.

Es mi propia esclavitud.

 

¿Cómo romper el molde,

cuando la taza se llena de embates?   

 

Tanto por reconstruir…

 

No, no es la vida la que pesa,

es el cielo que se escurre entre mis ojos.

 

Ilusión

Si aparejo lo observado con la borrosaSi aparejo lo observado con la borrosa

tonalidad de la que se pinta el mundo,

¿qué tanto de lo visto es ilusión?

A veces sonsaco esto que arde en el

pecho y me expongo a la necesidad.

 

Yo que me nombro en las calles ciegas de la duda,

y me entrego a la materia de la que está hecho

todo cuanto se construye,

yo que emprendo la revolución de no negarme,

de no diluirme entre la sabana negra

que se tiende sobre el ideal destruido.

 

Yo que escucho el llamado desconocido de

quien se asoma por la puerta —la que jamás estuvo donde debía,

y me derribo frente a la sombra en la que no me hallo.

Si de azares está perpetrada la realidad

¿A qué debo prestarle atención?

Si no soy la que aprende a vivir

¿Cuán errático habrá de tornarse lo irreal?

 

Si veo lo que estos ojos sienten

cómo no preguntarle a la añoranza

por el agua que lava mis pesares,

si no soy yo la que da el paso

en medio de este vendaval que se alza

por encima de la incertidumbre

¿Cómo escucharé los pitos sonar?

¿Cómo despertaré?

 

Noté una mancha carmesí

Noté una mancha carmesí en mi costado;

la observé esta tarde al verme al espejo,

¿cuánto tiempo llevaría posada en mi espalda?,

¿qué otras huellas se han asentado en este recorrido

espacial?

¡No me conozco! Exclamé expectante,

no lo suficiente,

no para alardear de los otros rastros de esta vida,

no tanto, no siempre, no por ahora,

no me conozco.

 

Recorrí con mis manos los achaques de este cuerpo;

esos que sobresalen.

Me olvidé por un instante de los quehaceres

apresurados del mundo,

me sometí a mi juicio,

me vi, una y otra vez,

me vi

intenté reconocerme,

di vueltas, me vi,

fijé mi atención en ese rostro

que se traslucía en el espejo,

en los ojos sollozantes,

en el mensaje que transmitían.

 

No me conozco, me repetí,

y me hice eco en esta habitación solitaria.

 

Reencuentro

No creí estar preparada

y me derrumbé sobre el pavimento,

golpeé el temple que cubre la esperanza

y lloré.

Me aferré a esa hendidura que sentía en

el alma,

me deslicé por peldaños rústicos,

desgarré palabras, abrí heridas,

esculpí desastres… Lloré.

 

Arribé hasta donde pensé

que no podía llegar,

abrumada, perdida

«revuelta entre gente cuerda».

No había nada que pudiera decirme

más que aquello que abraza a la tempestad:

«Cúbrete de caos, de locura y resbálate por el hueco

que da a la vida, la que yace misteriosa».

 

Mareada por el turbulento viaje,

aterricé en este suelo que es

tierra inundada de preguntas.

Aquí, erguida, confronté a esa otra mujer,

la que me acompañó enmudecida

por el empalagoso recorrido de costumbres

y ella, iluminada por el sol que brotaba de

su pecho,

abrazó mi llanto, y sonrió.

Así supe que estaba en casa.

 

Biografía

Martha Valencia, nació en Villavicencio – Meta (Colombia), y ha saltado sin decoro por multiplicidad de facetas, se ha descubierto en el ruido ensordecedor generado por sus miedos, ha sonreído y desplegado las alas, pero también, se ha atado sin piedad al suelo. Es un ser en crecimiento en obra negraintentando dilucidar día a día, el porqué de la imposibilidad de apreciar el potencial que yace dentro. Una soñadora, que aunque agreste por fuera, se deleita con la brisa moviendo las hojas de un árbol, con el cantar de los pájaros, con el agua y su movimiento.—, intentando dilucidar día a día, el porqué de la imposibilidad de apreciar el potencial que yace dentro. Una soñadora, que aunque agreste por fuera, se deleita con la brisa moviendo las hojas de un árbol, con el cantar de los pájaros, con el agua y su movimiento —toda la belleza que no puede siquiera conceptualizarse—.

En la poesía obra todo cuánto la rodea: la premura del tiempo, las personas apresuradas al cruzar la calle, el hilo delgado que sostiene el globo que lleva un niño en sus manos, la sonrisa que se delinea en los labios de un desconocido, la muerte, sus sombras, el hecho poético que penetra al anticiparse a los seres que la habitan —a los que vislumbra frente al espejo—, el deseo, el anhelo, su mente avasallada por los pensamientos.

Le escribe al alma, a la luz profusa que recorre el universo, a la vida, al querer salvarse, al intentar amarse a pesar de sus incontables formas de no apreciarse.

Todo lo que sus ojos observan, lo que en su vida transcurre, todo aquello que se cruza, que palpa, que respira…, todo es poesía, la que salva y aviva el resplandor, y la que desagua ese oscuro océano del egocentrismo. Escribe porque su corazón la impulsa, porque así conversa con sus penurias, y puede hablarle al mundo. Es esa valentía que tanto cuesta cultivar.

Martha es abogada de profesión, pero con alma de Poeta.

Paí

Comentarios

  1. Es un honor hacerme partícipe de este espacio cultural y de difusión. Infinitas gracias 🌷

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Karina Gálvez (Ecuador)

La poesía de Karina es aquella perla que brilla en la noche. Sus versos se convierten en caricias que maniobran a rienda suelta hasta convertirse en nuestro centro de gravedad. Su voz abraza sobre lienzo y lona, llevándonos al remanso de la fantasía donde se galopa de rosa en rosa y donde el poema se convierte en piel. Derramará ríos de prosa para llevarnos a lugares en los que nunca estuvimos, entre el alma y el deseo, llenando madrugadas hasta que el secreto se vuelva luz. Amazona Él, con su amor, me ha raptado como a Antíope raptó Teseo, y una guerra ha desatado entre mi alma y mi deseo.   En vano elevé mi pelta para huir de su mirada, pues sus ojos traspasaron cual sol entre mis pestañas.   Como Hipólita, ceñí en mi vientre un cinto lleno de magia, que él maniobra a rienda suelta en todas nuestras cabalgatas.   Y es que, igual que Belerofonte, sobre Pegaso revuela.  Sus alas, que lo hacen libre, me vuelan a una luna llena.   Talestris y Ale

Paula Andrea Pérez Reyes (Colombia)

La poesía de Paula Andrea es la llama que danza sobre las melodías de cada momento. En sus versos se ha despertado mi deseo y encuentro vida. La escritora Pérez Reyes suspira sobre sus corrientes y mantiene encendida las palabras, los gritos y las líneas de nuestros cuerpos. Me refugio en su escritura para escapar hasta llegar a otro aire, otro tiempo. Ela sobre la laguna de Estigia A Gustave Doré que sigue en la barca Ela va en la barca sobre la laguna de Estigia Ela suspira sobre sus corrientes  Y en un vaivén de venenos para prolongar el recorrido  encuentra  un alma atrapada en una esquina de la barca. La vida es una débil llama que danza las melodías de momentos  Ela es una vela que se mantiene encendida  alumbra sobre la laguna de Estigia El tintineo de las monedas hace contraste entre las moradas de la tierra y el mundo del olvido. Esta noche no viene Flegias Esta noche no nos visitará Caronte Esta noche Ela deja los cuerpos a las puertas del abismo

Damari Rivera Alicea (Puerto Rico)

  La poesía de Damari cautiva entre llantos y rezos. Sus versos electrizan los gemidos al no hallar una salida al corazón. La palabra de la escritora Rivera ruge entre los vientos convirtiendo la desazón en una hermosa sensación de esperanza y alivio. Hemos de habitar entre sus dudas y certezas.   Septiembre Afuera los vientos rugían como la panza de un monstruo. Adentro, los miedos se tejían como los hilos de un mantel. La tensión del mal tiempo aplastaba los rostros de mis viejos. De fondo el sonido ensordecerte de la radio, simulaba un rosario  al que se adhieren por la fe.   “Ya está de regreso el ojo”    Mi cuerpo tieso tropezaba con los cubos. Un cálido alivio se asomaba con el olor del Chocolate Cortés. Afuera el huracán Hugo se llevaba mi casa  y adentro el avance del tiempo me trajo la regla; ¿por qué me suena a castigo? Ya soy mujer.     ¿Es amor? Cuando te recuerdo, mis pechos se electrizan. Ese momento en que mis manos sostenías