La poesía de Pedro condena para ser libres como dos cuerpos que se hablan. Los versos del escritor Amoroso nos cobijan entre la paz y la lucha, entre el deseo y el lamento, entre la memoria y el olvido. Nos invita transitar entre sus letras con mucha cautela hasta convertirnos por designio en un soplo de eternidad.
Solo sobrevivo.
Un grito balbuceante pernocta entre lamentos:
-Soy la tristeza que ha acobijado el mundo por las noches más desiertas,
destinado a las condenas de mis pecados,
por designio del cielo
¡desterrado de tu paraíso, padre celestial… me has olvidado!
Entre pasos de cautela, me acerqué sigiloso a su sombra.
-Un paria, víctima del despojo.
Sus entrañas, alimentadas de licor,
respiran disolvente; mientras se arrulla inconsciente,
bajo el canto áspero de los perros.
Me increpó tajante:
- Chugcha,
(En esa fina oscuridad,
relucieron unos ojos perdidos, insondables)
- Adormecí mis penas junto a ella,
envenenado por cocteles que hoy lloran la noche…
Levemente, sus palabras se desvanecían:
He muerto varias vidas…
Soy una condena errante,
un fantasma de multitudes,
en esta ciudad de cemento y mentiras.
Desmayado, sobre el vientre oscuro de una plaza
Que apenas se ve iluminada por la tenue luz
de una iglesia abandonada, sin campanas,
incapaz de llorar a los olvidados.
Encuentro
Condenado a la conciencia de ser libre,
tiendo a desaparecer en medio de la bruma,
un refugio infligido por la noche,
de penumbra y agonía.
En vano, repito tu nombre,
para ver si la noche me contesta,
en medio de gritos al silencio,
responde el eco, que ya no eres mía.
Un sentimiento ajeno ha copado las horas noctambulas de miedo.
Hoy la calma se llena de lejanos recuerdos,
y la silueta de tu rostro visita mis pensamientos,
entre tragos oscuros, evoco un lamento.
Hoy, después de que la tierra estaba muerta,
renace un cataclismo que lleva tu nombre.
Los mares emergen de las entrañas,
que brotan por mis poros.
Trato de recordar y recuperar lo intangible,
las noches entre tus brazos, que se tornaban de vino tinto,
en medio del lenguaje de dos cuerpos que hablan,
la culminación secreta del deseo.
Mis manos quedaron en ceniza:
recuerdos oníricos de un pasado que no existe.
Como el temor receloso, de perder un recuerdo,
consumido ya, por la memoria inerte.
Se olvida que la herida de la vida
hiere más, que la herida de la muerte.
Hoy, de tanto olvido, me olvido…
Y te recuerdo, como una brasa que vive de mi lamento.
Nefelibata
Recobrada la memoria de los sueños:
en el comienzo del fin de los tiempos.
Como los dioses taciturnos que despiertan al baile de las hojas en el viento.
Soy un sueño, soy universo.
Soy efímero, soy sempiterno
Soy el grito del silencio
Soy las palabras escritas y no pronunciadas
Soy el hombre de paz en lucha
Soy los pies descalzos en la tierra que llora
Soy el sol que ilumina mi rostro por la noche
Soy contradicción y certeza
Soy jodidamente imperfecto ¡ahí yace mi perfección!
En medio del caos
En busca del orden
O como diría Juan Bautista Aguirre en carta a Lizardo
“Perpetua Muerte o Sempiterna vida”
Eso somos,
de eso participamos
y en eso nos convertimos...
Un soplo de eternidad, suspendidos entre la nada y lo eterno.
Biografía
Pedro José Amoroso Farfán, escribe en medio de la búsqueda incesante de sentido, entre caminos que transitan la memoria y la introspección filosófica. Explorando los rincones más íntimos de la existencia humana. La escritura no es solamente un oficio, es un acto catártico, e incluso político, una manera de revelar lo más geniudo del ser y hacer visible lo intrínseco, como sociedad e individuos. Escritos que oscilan entre lo poético y narrativo, que invitan a reflexionar; en diálogos con la noche, entre melancolía urbana e identidad latinoamericana, que respiran humanidad.

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