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Alberto Cerón (Ecuador)



En la poesía de Alberto viene escrita toda la existencia al mismo tiempo. Cerón nos invita agarrarnos de sus anhelos y preparar las maletas para la partida hacia su mundo de letras. Sus versos son el último suspiro cuando el silencio quiere sabotear las melodías al aire que murmuran nuestro nombre. Con sutileza hoy me embarco en la brisa que sus palabras tocan a la ventana de mi alma. 

Mis manos te esperan
Mis manos te esperan cuando el silencio quiere sabotear tu regreso
y la sombra que viste tu espalda, se asusta.
No tremoles amada,
agárrate de mis anhelos y prepara las maletas
para tu partida hacia mis brazos.
Aquí, encontrarás a la piedra abismal llorando
porque la tormenta acarició las entrañas escondidas en riachuelos.
Una vez más, no tengas miedo porque la noche nos aguarda
y si la aurora nos alcanza,
será la confidente de nuestras sombras.
Amada, detrás de las montañas donde mi guarida permanece,
gorriones murmuran tu nombre,
tienen conocimiento de tu apellido
pero deciden abreviar el apelativo.
Con melodías al aire te esperan mis manos,
siempre y cuando
la vegetación sea mensajera de nuestros pesares
o simplemente, el silencio que anida en tu morada,
emigre por completo en la penumbra.

Esta noche me esperan afuera
Tocan a mi ventana, con la sutileza que se impregnan las gotas en los anteojos reguladores de la ceguera. Mis entrañas se asustan, haciendo tiritar a mis labios como placas tectónicas en el soledoso de la corteza terrestre.

La brisa ríe por la abertura de la puerta; después, sus piernas pasan por el limitante que mis ojos proponen. Siento un puntapié en mis rodillas y un manotazo que sosiega el vaivén de mis brazos.

En esta habitación, alguien debe tomar parte del caso. Por mi lado, decido inmiscuirme en las afueras del hogar, antes que el soplo abrace el silencio de mis dentículos. Y yo no tolero los escombros, porque miles de veces revolotee en charcos. Donde mis alas no eran alas, si no, espantapájaros agobiados de amaneceres instantáneos…

Mis pasos yacían frente a las aceras frías; por las extensiones melodías tenues despedían los pajarillos. Al igual, sollozos premeditados se fundían en mis tímpanos, recordando la impertinencia de un soplo carente de compañía. 

Volverán con el tiempo
Cataratas negras se posan en los charcos.
cataratas con miedo se lanzan al abismo.
Cataratas en invierno, en los ojos;
en el techo de la iglesia que tanto perdón brindó en el pasado.

Los boyeros ya no definen entre ríos o charcos,
los niños ya no juegan a perderse en el campo. Ya no.
Son éter en el cielo que se va con la juventud del mañana.

Las tenderas de la esquina ya no gritan desmesuradas,
la tristeza las acompaña cuando sus hijos son colibrís en el campo,
mismos, que no volverán ni al llegar el otoño.

En la chacra muere: un árbol, una madre, un charco;
toda la existencia al mismo tiempo
cuando el colibrí se vuelve paloma en otro cielo.

Desde aquel percance,
las madres fundan la florería del recuerdo
en busca del colibrí que se perdió en el campo.

Esperanza nacional
Inocencia en los campos
que nos vieron nacer destellando gritos de libertad.
Silencio que nos abruma,
cuando las pieles se tiñen de color canela.

En la brisa se han perdido las voces.
Al cabo de los días fueron encontrados los cuerpos
en fragmentos sollozando por cambiar de página;
más los roedores sin pena,
acortejaban la carne a un festín gubernamental.

La esperanza prometió conquistar el Manso Guayas,
surcar sus puertos en un timón de papel comercio,
volar sobre las aguas desde las Peñas hasta la orilla;
sin embargo,
habitar el fondo, más allá del fondo…

Las palomas ya no bailan el “Chullita quiteño”,
han perdido la corpulencia por trasladarse del Ejido al Banco Central,
donde peregrinos se trasladan al martirio nacional.

Varias ciudades dormitan con miedo
a diferencia de otros que esquivan el frío de su morada,
porque alguien más, les prometió abrigo.

Toma mi lugar en la mesa
Así como se consumió el tabaco
se consumió mi padre.
La parálisis del sueño,
la ausencia de mis conocidos
llevó a mi procreador a refugiarse en las sombras.

Padre,
tu dulce imagen se esparce a la vuelta de la esquina,
donde los ángeles apuestan en tu nombre.

Padre,
ahora que tu morada es intangible
te encomiendo mi carne,
Porque las musas en el ocaso
empiezan a vociferar exequias
en los rincones que habita mi cuerpo.

Padre,
toma mi lugar en la mesa,
que los días que se aproximan
me embarco en tus recuerdos.

Biografía 
Alberto Cerón nace el 04 de junio de 1999 en la provincia de Napo, específicamente en San Francisco de Borja. Aquel pueblo, no solo es una arquitectura manipulada por el ser humano; si no, el recurso que permite alivianarse de los afanes que los días ofrecen. Es el tentempié para la hambruna de las almas; el encuentro con los sentidos; donde las siluetas convergen con los espacios sobrantes; residencia del fulano silencioso; vecino de las palabras.
Cerón, hijo de la adolescencia y hermanastro de la Literatura. Misma, que ha tropezado con él en los pasillos de la experiencia y hasta el día de hoy, siguen encontrándose para no permitir que la ingratitud les abunde en la memoria. Con esto lidia Alberto. Afrontado los rumbos anónimos y de ellos, conservando lo fructificable para edificar en el calendario a un hombre inacabado por los confines. Por lo cual, como muestra de desarrollo visibilizo mi primer poemario “Melodías del aire” que será publicado, gracias a la Editorial PlumAndina. Siento gran júbilo en mis entrañas, tanto, que amenazan con debilitar mi cuerpo y elevarlo sin pena alguna a las terrazas de lo probable. Las palabras se quedan mudas en el auditorio. Sin embargo, los abrazos serán la dádiva para devolver la oportunidad, que un día recibí con timidez. El ejemplar estará reposando en el canapé de mi hogar queridísimos lectores, no duden en cruzar el umbral. Al ingresar a su interior, les espero para compartir en los rincones más pequeños y dar significado alguno a los acaecimientos titubeantes. 

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