La
poesía de Díaz te promete un recuerdo. Como el mismo suele señalar sus versos
vendrían a ser una especie de tríptico sobre la noche, sus trampas y
precipicios. Sus palabras deshacen lo que queda de la vida para viajar en
dirección a lo invisible. Acto seguido sus letras se funden con el silencio y esa piel que no comprende acerca del suspenso, ni lo extraña que puede ser la calle.
Fue una noche extraña.
Yo deshice en un
humo lo que quedaba de mi vida,
que era poco o
era nada
o era toda mi
vida.
El humo era un
humo ilícito
que salía de mi
boca
y atravesaba el
mosquitero
hasta fundirse
con la noche.
Yo veía el humo
salir de mi boca
y llevarse mi
vida
como si fuera
ilícito
que algo saliera
de mi vida
para fundirse
con la noche
Todo estaba en
silencio,
pero el silencio
no había aprendido
a dejar atrás
lo que quedaba
de mi vida.
Veía a través
del mosquitero
que la noche no
estaba dispuesta
a aceptar
lo que la vida
le daba bajo la forma del humo
Esperé hasta que
todo volvió
al estado
anterior en que ya no había humo
ni vida ni noche
ni mosquitero en el límite
entre mi boca y
el humo.
Fue una noche
extraña.
La recuerdo
porque,
además de
extraña,
fue
hermosa.
Noche en suspenso
La noche no es sólo el sonido de la noche.
Hay una
suspensión
de todas las
cosas.
Si has salido
no es para
escuchar la noche,
sino para
palparla
con todas sus
estrías, sus rugosidades
que tu piel no
comprende
y que quisiera
comprender
mientras paseas
por los desolados
alvéolos de
sombra.
La noche no es
tampoco
tan sólo el
silencio de la noche. Hay mil
pequeñas
canciones
que brotan de la
hierba, de los cactus
escondidos
en los jardines
delanteros de los apartamentos.
Aprender a
escuchar esas canciones
es lo único que
explica tus salidas.
Vas fumando unos
cigarrillos
que mezclan el
tabaco
con sustancias
más tóxicas. La noche
es una mezcla de
sonido y de silencio
que se entreabre
a tu paso
para que veas
con la piel las cicatrices
que lleva su
figura.
Fumas adormecido
o más exaltado a
cada cigarrillo
y viajas en
dirección a lo invisible.
Te agachas y
recoges
la noche
desprendida a tus pies, disuelta en somnolencia.
Calle farmacia
El
único
regalo
de la noche
es
la ruina, saber
que
al salir desnudo a la terraza
el
pellejo sostiene
todavía
los huesos,
y
en la mano un cigarro
con
cocaína adherida
te
promete un recuerdo que no hubiera surgido
de
otro modo,
una
calle, un instante concreto
en
una calle concreta de la que lo conservas todo
como
si hubiera ocurrido
allí
algo impactante,
aunque
lo cierto
es
que es puro vacío ese recuerdo prístino,
un
escenario hueco en el que el cuerpo de entonces
muestra
en todo su esplendor la ruina que es ahora,
la
calle Farmacia, en Madrid,
si
no recuerdo mal,
y
otro cigarro ayuda, un poco más de cocaína,
sí,
casi hacia el final, otra noche,
con
el fragor del sábado
envolviendo
nostálgico la juventud desperdiciada,
lo
oyes ahora, más vivo que entonces,
un
tránsito por la calle Farmacia,
vacía
a esas horas,
de
regreso de dónde,
la
calle que se curva para esconderte de alguien
que
puede estar delante o detrás,
un
instante después
o
muchos años antes,
ahora,
en la terraza, desnudo, recordando,
con
un tercer cigarro de vicio entre los labios
que
te permite ahondar aún más
en
el recuerdo:
sí,
había alguien
que
se había adelantado y tú querías alcanzarlo,
temías
que se fuera para siempre
y
creías que llegando al final de la calle
lo
retendrías en el futuro imaginado,
no
sabías
que
todo ocurre para que
podamos
pensar que pudo ocurrir,
un
beso, acaso, en algún portal
del
comienzo de la calle Farmacia,
esquina
Hortaleza,
o
una copa apurada en la puerta de un bar
poco
antes, ahora, otro día,
mientras,
desnudo, dejas que la ceniza
se
quede adherida a la cocaína quemada
como
el último gesto
de
esta noche,
o su ruina.
Biografía
Rafael-José Díaz
(Tenerife, España, 1971) es poeta, ensayista y traductor. Se licenció en
Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna. Fue director de la revista
Paradiso (1993-1994). Entre 1995 y
2000 fue lector de español en las universidades de Jena y Leipzig (Alemania).
Reunió sus seis primeros libros de poemas en un volumen titulado La crepitación (2012). Posteriormente ha
publicado en Un sudario (2015) y Bajo los párpados de quien se aleja (2021).
Es autor de cuatro entregas de su diario, los libros de ensayos Rutas y
rituales y Al borde del abismo
y más allá: Gustave Roud, Anne Perrier y Philippe Jaccottet, los
libros de relatos Algunas de mis tumbas, El letargo y De un modo enigmático, la
novela El interior del párpado y libros de prosa como Las
transmisiones. Veinticuatro lugares y una carta. Igualmente, ha dado a
conocer numerosas traducciones de escritores de lengua francesa, alemana e
italiana.
¡Miles de gracias por invitarme a colaborar en este portal con tres poemas inéditos recientes! Cordiales saludos desde Canarias hasta Ecuador.
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